El asesor senior de Océanos del UNGC estará muy pronto en Chile para participar en CFIAgrotech 2023. Allí, el autor de “La Revolución de las Algas”, revelará los motivos por los cuales considera que estas especies son la fuente principal de vida del planeta. Aquí, un pequeño adelanto de los principales conceptos difundidos por el especialista.
Vincent Doumeizel, asesor senior de Océanos para el Pacto Global de las Naciones Unidas (UNGC), es, tal vez, el fan número uno de las algas en el mundo. El especialista es uno de los principales promotores de importancia de estas especies para el futuro de la humanidad, tanto en términos de ayudar a combatir el cambio climático, como para la alimentación humana.
De acuerdo con el experto –quien dirige la Global Seaweed Coalition, asociación establecida por la Fundación Lloyd’s Register junto con UNGC y el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) para supervisar la seguridad y sostenibilidad de las algas marinas– estas especies significan una solución concreta frente a los desafíos globales, pero para ello hay que aprender a cultivarlas y no incrementar su extracción. Todos estos conceptos son muy bien explicados en su libro “La Revolución de las Algas”.
Hoy, Vincent Doumeizel se prepara para su arribo a Chile, pues será uno de los oradores principales del Primer Congreso y Feria Internacional de Innovación y Tecnologías en Agroalimentos, CFIAgrotech 2023, a realizarse entre el 24 y 26 de octubre en el Metropolitan Santiago (región Metropolitana). En este encuentro, organizado por FISA y la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), abordará la agricultura regenerativa y todo el potencial de las algas marinas para un futuro más sostenible. Aquí les dejamos un adelanto acerca de su “revolucionaria” visión.
Usted es un gran promotor de los beneficios de las algas marinas, destacando todo su potencial en su libro “La Revolución de las Algas”. Desde su punto de vista, ¿cuál es la importancia de estas especies?
Las algas son la fuente de vida del planeta. Junto con las bacterias, fueron los primeros organismos vivos. Las macroalgas, de hecho, fueron los primeros organismos pluricelulares. Son la matriz inicial. Hace 500 millones de años atrás, las algas verdes se trasladaron a la tierra y evolucionaron hasta convertirse en toda la diversidad vegetal que tenemos hoy. Todas y cada una de las plantas que ves a tu alrededor provienen de las algas verdes.
Todo proviene y vuelve al océano. Es la fuente y la matriz inicial que forjó cualquier organismo vivo. ¡Y las algas son la base de la vida en el océano! A menudo, estas son malentendidas y consideradas como una forma de contaminación, pero la emergencia climática y el crecimiento demográfico mundial nos empujan a reconsiderar este tesoro olvidado. Si queremos empezar a reconstruir los ecosistemas marinos y de nuestro planeta, en lugar de destruirlos, las algas, que son la base de la vida en el océano, son un buen punto de partida.
Se habla mucho, últimamente, acerca del poder de las algas para combatir el cambio climático. ¿Cómo es que estos organismos pueden colaborar en esta materia?
Las algas podrían ser una de las soluciones basadas en la naturaleza más prometedoras y escalables para descarbonizar la economía y absorber carbono, posiblemente, devolviéndolo al lugar de donde vino: el océano. Digo “descarbonizar” porque sustituirá a los productos con altas emisiones y reducirá las emisiones de metano. Y digo “capturar carbono” porque, a medida que crecen, las algas atrapan carbono mediante la producción fotosintética. Si crecen más de 100 metros, lo retendrán durante milenios, sino millones de años. De ese modo, estas especies son el único alimento capaz de revertir el cambio climático.
¡Las algas crecen hasta 50 cm al día y hasta 60 m de altura! Esto es mucho mejor que cualquier bosque tropical. Los bosques de algas marinas absorben hoy tanto como las emisiones anuales combinadas del Reino Unido y Francia. Y lo que es aún mejor es que, al igual que tú te desprendes de algunas células de tu piel, las algas pierden mucha biomasa durante su crecimiento, hasta un 50%. La mitad de esta biomasa perdida alimenta fitoplancton y otras especies de bajo nivel trófico que contribuyen a la vida en el océano.
Lo cierto es que las algas son cada vez más vulnerables a la alteración del ecosistema oceánico causada por la actividad humana. Ya hemos perdido el 80% de los bosques de algas marinas frente a California. Todos estamos preocupados por la deforestación amazónica, pero ¿a quién le importan estos bosques submarinos? Es urgente proteger, replantar y cultivar estos ecosistemas, de lo contrario desaparecerán. Y nosotros también.
¿Cuál es su visión sobre la acuicultura de algas? ¿Se puede seguir creciendo en este ámbito?
Hace 12.000 años, el ser humano pasó de la prehistoria a la historia moderna cuando dejó de ser cazador y recolector para convertirse en agricultor en tierra firme. Hoy, seguimos en la edad de piedra en lo que respecta al océano: cazamos peces y recogemos algas silvestres.
Los océanos cubren más de dos tercios de nuestro planeta y actualmente contribuyen con menos del 3% de nuestros alimentos. El océano ofrece muchas soluciones y el cultivo de algas es una muy buena. No necesita tierra ni alimentos y, por supuesto, no hace falta regarlas.
¡Ha llegado la hora de civilizarse con el océano! Es hora de pasar de un enfoque puramente extractivo a uno regenerativo. Ha llegado la hora de pasar a la agricultura oceánica, pero de una forma restauradora. Ahora, esto también es un gran reto, ya que aún tenemos que aprender a cultivar la mayoría de las especies de algas marinas. De 12.000 especies muy diferentes, sólo sabemos cultivar una veintena. De esa forma, el potencial de innovación es ilimitado.
De igual forma, ¿cómo observa el futuro de las algas como alimento? ¿Cree que se pueden explotar de mejor forma sus usos en términos gastronómicos?
Claro que sí y Chile lo sabe mejor que nadie, ya que alberga el rastro más antiguo de consumo de algas en Monte Verde, que se remonta a 14.000 años. La cueva de Monte Verde (ubicada en la región de Los Lagos) demostró al mundo entero que tenemos una larga historia comiendo algas. Se ha demostrado científicamente que, para que nuestro cerebro mutara de simio a sapiens, debimos ingerir muchos ácidos grasos poliinsaturados, que sólo están presentes en las algas y el aceite de pescado. Somos lo que somos porque comimos muchas algas durante los últimos 140.000 años de nuestra existencia. En los últimos 2.000 años, sin embargo, hemos perdido esa íntima conexión con el océano. Empezamos a desarrollar y cultivar nuestros alimentos en tierra firme y se nos dio muy bien. Pero hemos llegado a nuestro límite. Así que tenemos que volver a nuestra historia.
Chile, por ejemplo, posee condiciones geográficas excepcionales, con una gran variedad de especies endémicas, tradiciones en este ámbito y renombrados investigadores en la materia. Es el octavo productor de algas en el mundo, por detrás de siete países asiáticos, y el único fuera de Asia que cultiva a gran escala el alga roja Gracilaria, para la producción de agar. Aun así, Chile depende demasiado de las capturas silvestres, de modo que debe continuar su transformación para entrar a una producción moderna y regenerativa basada en el cultivo de sus algas endémicas.
Las algas son una fuente potencial de alimentos muy nutritivos. Están repletas de proteínas y nutrientes vitales para la salud humana, como sodio, potasio, yodo, hierro y Omega 3 (EPA y DHA). ¡Es el único vegetal que contiene vitamina B12! ¡Es un alimento súper saludable! Se ha demostrado también que son antiinflamatorias, antivirales, antibacterianas, antifúngicas, analgésicas y un prebiótico natural que mejora nuestro microbioma.
En pocos días, usted estará en Chile para participar en el primer Congreso y Feria Internacional de Innovación y Tecnologías en Agroalimentos, CFIAgrotech. ¿Qué mensajes espera transmitir al público nacional?
La idea es entregar un mensaje de esperanza. Esta es una gran oportunidad para la gente. Las algas proporcionan ingresos adicionales en comunidades costeras donde la pesca está disminuyendo. Hay que desarrollar una nueva industria que cultive un recurso que generará puestos de trabajo al tiempo que alimenta a su población con comida nutritiva y repara nuestro océano y nuestro planeta.
Uno de los principales obstáculos detectados en este ámbito es la falta de colaboración. La industria de las algas es pequeña, fragmentada, desconectada y muy competitiva. Esta situación da lugar a una baja eficiencia y a muchos solapamientos en las iniciativas piloto y de investigación. Hemos tardado 10.000 años en domesticar los cultivos terrestres. No tendremos tanto tiempo para las algas. Tenemos que unirnos, desarrollar la investigación académica necesaria y atraer inversiones de los sectores público y privado.
La gente ansía buenas noticias, y las algas son una buena noticia. Debemos centrarnos en el océano. También tenemos que dejar de alimentar a nuestra próxima generación con miedos y temores. Tenemos que alimentarlas con soluciones. Y las algas son una solución basada en la naturaleza, una solución global, una solución que cambia las reglas del juego. Son una revolución.
Equipo Prensa
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