El alza en las temperaturas pone en riesgo la calidad de productos cárnicos y lácteos, revelando fallas críticas en la cadena de frío que afectan su conservación e inocuidad.

Con un promedio de 32° C a en la zona Central, se pone en riesgo la calidad y seguridad de los alimentos que requieren estrictas condiciones de refrigeración para su mantenimiento adecuado. De lo contrario, se ven expuestos a romper su cadena de frío y entregar productos dañinos al consumidor, los chilenos y chilenas.

Cuando se rompe la cadena de frío, los productos no solo pierden su frescura, sino que también se exponen a crecimiento microbiológico. “El incumplimiento de la cadena de frío en productos termolábiles (productos que deben conservarse entre 0 y 5 grados para mantener sus propiedades) puede generar un riesgo sanitario considerable, dado que la proliferación de bacterias aumenta exponencialmente en temperaturas fuera del rango adecuado,” advirtió Natalia Mayas, Nutricionista de UNK.

Las zonas expuestas a temperatura ambiente, como patios de carga, estacionamientos y vehículos no refrigerados, son especialmente peligrosas para los alimentos que requieren condiciones de frío. Estas áreas deben ser transitadas rápidamente, ya que el calor extremo puede comprometer la seguridad de los productos.

Según Jaime Torres, CEO de UNK, “las interrupciones breves, incluso de 10 a 15 minutos, en zonas críticas como patios de carga pueden ser suficientes para iniciar un proceso de deterioro en los productos más sensibles, especialmente durante olas de calor que superan los 35° C.”

Proteger la cadena de frío durante las olas de calor requiere medidas inmediatas y específicas por parte de productores, distribuidores y minoristas. Es fundamental utilizar contenedores de traslado adecuados y mantas térmicas que resguarden los productos en su tránsito. A su vez, las cámaras de refrigeración deben estar preparadas para recibir las mercaderías en tránsito, y se debe realizar un control constante de las temperaturas en cada punto de la cadena.

“La implementación de tecnologías como sensores de medición de temperatura en tiempo real y protocolos estandarizados de manejo puede reducir significativamente las pérdidas, que en la actualidad representan entre un 15% y un 35% de la mercancía en algunos mercados,” comentó Torres.

Los consumidores también pueden identificar si un producto ha perdido la cadena de frío observando señales visuales y olfativas.

Los productos congelados que se agrupan en un solo bloque o presentan escarcha en exceso indican que han sido descongelados y recongelados, lo que aumenta su riesgo microbiológico. Además, un olor inusual en carnes y pescados, aunque estos se encuentren dentro de la fecha de vencimiento, puede ser un signo claro de que el producto ha estado expuesto a temperaturas inadecuadas.

“Un chequeo visual y olfativo puede evitar problemas de salud. Por ejemplo, en productos cárnicos congelados, la formación de un bloque sólido en su empaque es una señal clara de ruptura de la cadena de frío y en cárnicos refrigerados estar siempre atento al olor del producto y a que mantenga el vacío de su envase original” explicó Natalia Mayas de UNK.

El cambio climático genera un impacto a largo plazo en la seguridad alimentaria. La producción de alimentos cárnicos y lácteos consume grandes cantidades de recursos, especialmente agua.

“Cada kilogramo de carne que se desperdicia representa no solo una pérdida económica, sino también un desperdicio de aproximadamente 15.000 litros de agua utilizados en su producción. Este impacto es insostenible frente a la crisis climática actual,” señaló Torres.

Las regulaciones deben adaptarse a esta nueva realidad, promoviendo la eficiencia en la producción y distribución de alimentos. Según estimaciones de UNK, la implementación de programas certificados de eficiencia en la cadena de frío podría reducir la huella ambiental de la industria alimentaria en más de un 10%, al tiempo que disminuiría las pérdidas de productos en un 35%.

A su vez, los consumidores deben tomar medidas al adquirir y almacenar estos productos, como realizar las compras de productos refrigerados al final y verificar las temperaturas antes de llevarlos a casa. Así, podemos contribuir a garantizar la seguridad de los productos cárnicos y lácteos, incluso en condiciones de calor extremo.

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