A diferencia de los situados en latitudes ecuatoriales más cálidas que presentan un ciclo anual, los ecosistemas subantárticos de macroalgas garantizan un almacenamiento más prolongado del CO2.

 

Hasta ahora la ciencia ha centrado sus esfuerzos en los bosques terrestres, manglares y marismas como sumideros de dióxido de carbono, pero recientes estudios en los bosques submarinos de macroalgas en la región subantártica de Chile revelan que estos ecosistemas también pueden jugar un rol  crucial en la captura de este gas de efecto invernadero.

Según el equipo de investigadores del Laboratorio de Ecosistemas  Marinos Antárticos y Subantárticos-LEMAS, liderado por los biólogos Johanna Marambio y Andrés Mansilla, asociados al Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC) y a la Universidad de Magallanes, los bosques submarinos no habían llamado mucho la atención como sumideros de CO2 porque tienen ciclos anuales y sus frondas prácticamente desaparecen en invierno, por lo que su capacidad de retención de carbono sería muy limitada.

Pero lo que han observado es que los bosques submarinos subantárticos, a diferencia de los de otras latitudes, son perennes y permanecen activos durante todo el año, lo que aumenta significativamente su capacidad para fijar o secuestrar carbono desde la atmósfera.

“Estos bosques, formados principalmente por macroalgas pardas gigantes, se extienden desde Melinka, al sur de Chiloé, hasta las Islas Diego Ramírez en el Paso Drake, abarcando una extensión de alrededor de 1400 km”, detalla Mansilla. Su permanencia anual representa una oportunidad de estudiar y aprovechar su capacidad para capturar carbono de manera constante. Los investigadores admiten que este fenómeno es poco estudiado a nivel mundial, lo que otorga a Chile una ventaja estratégica comparativa.

«Si imaginamos un bosque de entre 40 y 60 metros de altura bajo el agua, podremos entender que el potencial es enorme», señala el académico. Actualmente en el CHIC trabajamos con aportes del proyecto Fondef ID23I10288 financiado por ANID y del Gobierno Regional de Magallanes, en colaboración con la empresa Alginatos Chile S.A. y la Start Up italiana BlueBiloba S.A. en cuantificar la extensión de estos bosques marinos y en la medición de cuánto carbono secuestran. Este proceso no es sencillo, ya que implica un importante despliegue logístico, con buzos, embarcaciones, análisis detallado de las condiciones oceanográficas y de imágenes satelitales para determinar huellas espectrales.

“Es necesario hacer un inventario de la estructura de estos bosques ya que su presencia puede no ser continua a lo largo de las costas y mostrar variaciones anuales”, reconocen, ya que influyen factores como la estacionalidad, la luz disponible, variaciones de salinidad del agua, tipo de substratos, entre otros. “La cantidad de carbono que puedan capturar dependerá de todas esas condiciones”, precisa el investigador. Por ejemplo, en zonas con influencias de agua dulce por aporte glaciar, la disponibilidad de biomasa puede ser significativamente menor debido a las condiciones ambientales en que disminuye la concentración de nutrientes o elementos químicos esenciales, o también disminuirán los bosques de algas en áreas donde el substrato rocoso es escaso.

El equipo ha incorporado a expertos en matemáticas e ingenieros informáticos para modelar los datos obtenidos en terreno. Utilizando algoritmos avanzados, como las funciones FUZZI, buscan proyectar cuánto carbono se captura en diferentes zonas, lo que permitiría crear modelos matemáticos precisos. La información obtenida será clave no solo para la ciencia, sino también para establecer normativas y políticas públicas que regulen y protejan estos ecosistemas submarinos.

Los investigadores de la universidad de Magallanes y el CHIC que lideran el proyecto no descartan que estos bosques submarinos de algas pardas gigantes pudiesen llegar a ser tanto o más eficientes que los bosques amazónicos en la captura de carbono. Además, estos ecosistemas submarinos sostienen una rica biodiversidad, con organismos asociados que también contribuyen a la salud ambiental de la región y la economía local.

Este proyecto FONDEF es pionero en Chile y único en el mundo por centrarse en la captura de carbono en bosques submarinos perennes. A medida que avanza, se espera que los resultados permitan al país generar bonos de carbono basados en este proceso natural, abriendo nuevas oportunidades en los mercados internacionales de carbono y fortaleciendo la posición de Chile en la lucha contra el cambio climático.

Estos bosques marinos subantárticos representan un patrimonio natural único en estas latitudes, debido a las especies de macroalgas que los forman y a que en esta zona alcanzan su límite de distribución austral. De hecho, no se encuentran en la Antártica, no son viables reproductivamente en ambientes polares. Por ello, visibilizar y estudiar estos ecosistemas costeros subantárticos podría ser crucial no solo para la ciencia, sino también para posicionar a Chile como un actor clave en la conservación y protección de los ecosistemas marinos y en el cumplimiento de los objetivos internacionales de mitigación del cambio climático.

Este trabajo podría ser determinante para redefinir la importancia de los océanos en la captura de carbono y ofrecer soluciones innovadoras en la lucha contra el calentamiento global.

Ricardo Rozzi, presidente del CHIC, subraya la importancia de los bosques submarinos de algas en la región subantártica de Magallanes como refugios de vida silvestre marino costera. “Para apreciar la gran biodiversidad albergada por estos bosques de cochayuyo y otras macroalgas, investigadores asociados con el CHIC y la Universidad de Magallanes, hemos enseñado el curso de conservación biocultural de campo cada mes de enero desde el año 2000. Hemos llamado a este curso ’Tras la ruta de Darwin’, porque hace casi dos siglos, en su exploración de los fiordos de Magallanes, el naturalista Charles Darwin subrayó que ’solo puedo comparar estos magníficos bosques acuáticos del hemisferio sur con los bosques terrestres de regiones tropicales’”.

“Hoy estos ecosistemas son reservorios de biodiversidad que conforman una estructura fundamental para procesos ecosistémicos que son fundamentales para la pesca artesanal e industrial. En efecto, muchos peces y larvas de invertebrados como calamares o erizos dependen de estos bosques para su reproducción. Agregar la investigación liderada por el Dr. Mansilla sobre su servicio ecosistémico como sumideros de carbono representa un aporte que tiene valor para la sustentabilidad socioambiental tanto nacional como global”, destacó Rozzi.

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