Recientemente el Congreso de Chile aprobó y publicó la Ley de Cambio Climático (la que venía siendo discutida desde 2020), con lo que pasamos a ser el primer país en vías de desarrollo en contar con una normativa de este tipo, convirtiéndonos en pioneros en América Latina.
Este proyecto, que será revisado cada cinco años, fija la meta de carbono neutralidad para Chile al año 2050 y permite establecer políticas de Estado que puedan hacer frente a los desafíos que impone el cambio climático, a fin de que la temperatura no aumente más de 1,5°C al final de este siglo. Sin embargo, para seguir avanzando, se espera aún que la Ley sea promulgada por el Ejecutivo para su entrada en vigencia.
No obstante, además de la meta de carbono neutralidad establecida, la Ley Marco de Cambio Climático promueve otros instrumentos de gestión, como una Estrategia Climática de Largo Plazo que definirá un presupuesto nacional de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) al año 2030 y 2050, así como también establece objetivos claros para la resiliencia y la adaptación del país al cambio climático; incorpora el concepto asociado a la seguridad hídrica, relevando las acciones necesarias para reducir la vulnerabilidad del país, teniendo en consideración la grave sequía que enfrenta, entre otros detalles.
Lo que esta normativa establece proyecta sin duda un gran crecimiento para Chile en términos de sustentabilidad ambiental, al mismo tiempo que se espera nos posicione como un modelo a seguir para el resto de la región, pero ¿está la industria minera preparada para enfrentar los desafíos que esta Ley de Cambio Climático impone?
La realidad es que, por su necesidad operativa, las operaciones mineras consumen mucha energía, factor que representa uno de los mayores costos operativos del sector. Los combustibles fósiles siguen siendo la principal materia prima, y esto es justo lo que esta nueva normativa busca cambiar.
De hecho, actualmente la minería es responsable del 4% al 7% de las emisiones de GEI a nivel mundial y, según el último informe de la Agencia Internacional de Energía, las emisiones globales de CO2 relacionadas con la energía aumentaron en un 6% durante 2021, hasta alcanzar los 36.300 millones de toneladas, su nivel más alto hasta la fecha. Además, el carbón como combustible fue uno de los grandes impulsores de este crecimiento de emisiones durante el último año (post Covid19).
Dadas estas alarmantes cifras, “el desafío general es la descarbonización”, explica Emilio Cabrera, gerente de Operaciones Black & Veatch en Santiago. Sin embargo, el ejecutivo añade que “no existe un enfoque único para que todas las empresas mineras puedan lograrlo, pues cada una tiene distintos requerimientos que exigen la implementación de soluciones acorde a cada uno de ellos”.
Por ejemplo, para actividades como la fundición, que requiere alcanzar altas temperaturas, el hidrógeno verde puede servir como materia prima para reemplazar el carbón y el gas natural (de hecho, actualmente el hidrógeno verde es la única forma de alcanzar las temperaturas requeridas para la fundición de manera baja en carbono).
Además, las mejoras en la eficiencia operativa también pueden reducir las emisiones de GEI al reducir el consumo total de energía. Las soluciones de eficiencia pueden variar desde la digitalización de las operaciones para una mejor gestión del uso de la energía, hasta un enfoque en equipos más eficientes que puedan generar ahorros a largo plazo en forma de reducción del consumo de energía.
Asimismo, los sistemas de transporte de agua y tratamiento de agua y aguas residuales requieren una cantidad significativa de energía, pero los planes integrales de gestión del agua pueden reducir los niveles de consumo, tratamiento y transporte. “La reducción de la evaporación, las fugas y los desechos, además de otros métodos de gestión del agua, reducirá los requisitos de energía y las emisiones de GEI relacionadas”, agrega Cabrera.
A esto se suma la posibilidad de incorporar vehículos eléctricos, vehículos eléctricos con celdas de combustible de hidrógeno o biocombustibles, y combustibles sintéticos, los cuales también aportarán a la sustentabilidad de la industria minera, sumando a la meta final esperada.
Esfuerzos combinados
Si bien Cabrera reconoce que ninguna actividad individual logrará una minería neta cero, explica que sí se puede adoptar una combinación de esfuerzos o métodos para acercarse a la “minería neta cero”. Para alcanzarla, es necesario planificar e integrar pasos concretos como parte de una Hoja de Ruta de descarbonización, destaca.
“Esta Hoja de Ruta debe identificar tareas fácilmente realizables, tener en cuenta la incertidumbre, e incluir margen para la adaptabilidad, al mismo tiempo que incorpora tecnologías emergentes y listas comercialmente en los próximos 30 años, y esto es justo parte de lo que hacemos en Black & Veatch”, agrega.
Así, los programas de descarbonización en todos los niveles requieren una comprensión de cómo las tecnologías heredadas, las nuevas y las que pronto surgirán pueden funcionar juntas, “Y una Hoja de Ruta estratégica de descarbonización debe tener un núcleo tecnológico detallado”, explica Cabrera.
“En resumen, si cada empresa minera logra implementar la mayor cantidad de soluciones sustentables acorde a sus necesidades y capacidades, apoyadas en Hojas de Ruta bien establecidas que aseguren el cumplimiento del objetivo final, y con el apoyo de partners operativos que brinden el acompañamiento experto necesario, la industria minera alcanzará, sin dudas, las metas impuestas por la Ley de Cambio Climático en Chile”, finaliza.
Equipo Prensa
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