• Estudios de la Association of Certified Fraud Examiners (ACFE) señalan que esta pérdida equivale por ejemplo a que en una empresa en que se trabaje de lunes a viernes, 20 días completos al año irán a parar a actividades fraudulentas. El uso de tecnologías para la prevención oportuna de delitos económicos en el sector público y privado, aún no es prioritaria ni contribuye al desarrollo de una cultura de seguridad corporativa e institucional.

Los tipos de fraudes financieros causan graves perjuicios en las empresas, por esta razón, son uno de los mayores riesgos que quieren evitar las compañías. Tipologías de fraudes financieros que nos encontramos día a día en América y el mundo son: el lavado de dinero o blanqueamiento de capitales, la evasión de impuestos, la malversación de fondos, la falsificación y la imitación, el robo de identidad, el soborno y la corrupción, y la financiación del terrorismo.

Si analizamos dentro de las organizaciones nos daríamos cuenta que suelen ocurrir, con mayor frecuencia de lo que creemos, situaciones fraudulentas o a lo menos anómalas, que van mermando la confianza de colaboradores, directivos, accionistas y que generan pérdidas reputacionales y financieras en función del tipo y tamaño de la empresa.

Estudios efectuados en los últimos años por la Association of Certified Fraud Examiners (ACFE) nos indican que en promedio las empresas pierden el 5% de sus ingresos anuales por fraudes, lo que equivale por ejemplo a que en una empresa en que se trabaje de lunes a viernes, 20 días completos al año irán a parar a actividades fraudulentas. 

«Uno de los estudios estima que la pérdida total por esta materia supera los 3.600 millones de dólares al año, cerca de 2.504 casos distribuidos en 125 países. En este sentido, es clave trabajar bajo una lógica de gestión preventiva de estos tipos de eventos, disponer de controles que permitan detectar a tiempo irregularidades como cuentas que no cuadran, fugas u operaciones poco transparentes o incompletas», explica Gerardo Schudeck, CEO de Ceptinel, empresa tecnológica chilena dedicada a la prevención de delitos económicos y con presencia de Colombia, México, Panamá, Perú y Chile.

El especialista, quien además es académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez, aclara que para alcanzar una detección oportuna, es preciso que «las organizaciones se adapten rápidamente a nuevos procedimientos en sus políticas de control interno, que implemente una cultura de cumplimiento dentro de las empresas, y que procuren establecer mecanismos tecnológicos efectivos para el control de fraudes».

La realidad de la industria aseguradora

El fraude de seguros es un acto ilegal en el cual alguien miente o tergiversa intencionadamente los datos sobre los seguros para obtener un beneficio económico. En la industria existe cierto consenso en que el fraude representa alrededor del 10% de todos los costos de siniestros; sin embargo, se observa un cambio al alza en cuanto al aumento en el porcentaje de siniestros sospechosos de ser fraudulentos.

A modo de referencia, en Estados Unidos en los últimos 3 años: el fraude le quita a la industria más de US$300 mil millones al año, mientras que el fraude de seguros no médicos le cuesta a la familia estadounidense entre US$400 y US$700 al año en aumento de primas.

Schudeck señala que entre los fraudes más frecuentes se encuentran: el fraude de choques de auto, en casos que se presenta un reclamo por un accidente o robo que nunca ocurrió, o bien cuando ocurre un choque sin tener seguro, denominado fraude en la solicitud de una póliza. Otro es el fraude de dueños de vivienda, cuando los propietarios exageran o le añaden a un reclamo falso, incluyendo siniestros por robo o por incendios provocados; el fraude de hipotecas, cuando el prestatario provee declaraciones falsas o engañosas para obtener préstamos hipotecarios o bien incluye el desvío de fondos de depósito al momento de la liquidación; el fraude de los agentes de seguro, al mentir en una aplicación de seguro o si se quedan con el dinero de la prima; y el fraude de proveedores de servicios de atención médica, cuando los médicos, hospitales o clínicas cometen fraude ya que facturan demás a las compañías de seguro por servicios ofrecidos, al facturar por servicios que no ofrecieron o si llevan a cabo exámenes o procedimientos que no son necesarios.

En todos estos casos, las tecnologías cumplen un rol determinante para anticiparse a la ocurrencia de estos tipos de fraudes, activando alertas automatizadas en casos sospechosos. Gerardo Schudeck asegura en este sentido, que «dentro de los atributos que deben tener estas herramientas se incluye un breve plazo de  implementación, el establecimiento de reglas automatizadas con librerías de casos a controlar, la automatización de procesos y el desarrollo de un panel de control y seguimiento de casos».

Ceptinel es parte de la Asociación de Insurtech tanto en Chile como en Colombia, en ambos casos aporta en promover iniciativas que contribuyen a implementar buenas prácticas de la industria aseguradora, que les permitan cumplir con estándares internacionales de compliance, ética corporativa, gestión de riesgos y la reducción de la tasa de fraudes en los distintos mercados. No obstante, para Schudeck lo más preocupante a nivel regional es que «en general las empresas llegan tarde a la implementación de este tipo de soluciones, invirtiendo en tecnologías preventivas una vez que ya se activaron sumarios e investigaciones internas, lo que nos obliga a reflexionar acerca de una urgente cultura de la prevención de delitos económicas en el mundo público y privado», concluye.

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