- La gran mayoría de los desarrollos son resultado de varios años de investigaciones en ciencia fundamental alcanzados en sus laboratorios, donde se exploran aspectos aún desconocidos de múltiples enfermedades y procesos biológicos.
- La generación de propiedad intelectual en países que van desde Estados Unidos al Asia Pacífico y Oceanía permite el licenciamiento o la explotación comercial de las tecnologías, cuyo potencial de aplicación va desde la salud humana y animal hasta procesos industriales.
- La apropiación del conocimiento científico aplicado es un elemento clave para el avance de la industria biotecnológica local, explica el director de la oficina de propiedad intelectual y transferencia tecnológica del centro, Álvaro Martínez.
La Fundación Ciencia & Vida ha generado la protección de cuarenta nuevas tecnologías con más de 120 patentes de invención registradas en 30 territorios, repartidos en cuatro continentes, que van desde Estados Unidos y Europa hasta Asia-Pacífico y Oceanía.
Los desarrollos provienen de estudios de largo plazo en ciencia básica, es decir, con el objetivo de responder preguntas fundamentales de procesos biológicos y que posteriormente se transfieren a aplicaciones biomédicas o industriales.
El organismo creado por el Premio Nacional de Ciencias Pablo Valenzuela en 1996 se consolida de esta forma como uno de los centros más prolíficos del país en este ámbito, con cifras que superan la labor de algunas universidades del país, según destacan sus representantes desde su nuevo edificio en Ciudad Empresarial.
Las nuevas aplicaciones tecnológicas surgidas de los laboratorios del centro basal Ciencia y Vida, de la Universidad San Sebastián (perteneciente a la red de centros de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo, ANID), son resultado de investigaciones en diversos campos, tales como la inmunología, biología molecular y virología.
Álvaro Martínez, director de la Oficina de Propiedad Intelectual y Transferencia Tecnológica hace ya más de una década, afirmó que la Fundación Ciencia & Vida ha dado alero a uno de los centros basales más prolíficos en términos de solicitudes y concesiones de patentes, tanto en Chile como el extranjero.
El proceso contempla la presentación de solicitudes de patentes, su concesión y su posterior licenciamiento o transferencia a terceros para la creación de productos y servicios innovadores que impactan positivamente el mercado, y por ende, a la sociedad. Algunos de los desarrollos han logrado ser protegidos mediante patentes de invención hasta en cuatro continentes (América, Europa, Asia y Oceanía), logrando acceder a mercados como Estados Unidos, Brasil, Reino Unido, Alemania, España, China, Japón, Hong Kong y Australia, entre otros.
“La cobertura geográfica alcanzada por las patentes no es algo trivial, pues no solo requiere tener la capacidad de levantar recursos para financiar estos procesos de largo aliento y alto costo”, señala el doctor en bioquímica de la Universidad de París y especialista en patentes biotecnológicas.
“Además demuestra la capacidad técnica y fuerte arraigo académico de la institución, llegado el momento de defender fundadamente con sólidas evidencias científicas ante las oficinas de patentes de cada país o región, el cumplimiento de todos los requisitos de patentabilidad, especialmente el carácter novedoso e inventivo de las invenciones que se desean proteger, y así obtener y luego mantener vigentes los derechos de patentes en cada país”.
El director del centro basal, el biólogo computacional Tomás Pérez-Acle, afirmó que es fundamental que la ciencia chilena sea apoyada por políticas públicas y estrategias, tanto a nivel público como del sector privado, que permitan romper la distinción entre el conocimiento fundamental y sus potenciales impactos en el mercado.
“Necesitamos invertir en ciencia y tecnología de alto nivel, pero no solo en las aplicaciones de la ciencia, sino de manera mucho más profunda en crear ciencia básica. Si solo desarrollamos aplicaciones, en algún minuto el conocimiento fundamental se agotará o será insuficiente. Cuando eso ocurra, no seremos capaces de resolver los problemas porque no tendremos las herramientas para hacerlo”, dijo el Dr. Pérez-Acle.
Protección intelectual científica
La directora de negocios de la Fundación Ciencia & Vida, Constanza Sigala, cree que el éxito de la institución en materia de transferencia tecnológica es parte de su cultura y la identidad plasmada por sus fundadores: los biólogos Pablo Valenzuela, Bernardita Méndez y Mario Rosemblatt. “Uno esperaría que todas las investigaciones pudieran terminar en resultados que afecten positivamente a la humanidad en el diseño de nuevas terapias o tratamientos contra enfermedades”.
“No siempre los científicos tienen el propósito de generar algo aplicado. La diferencia está en que ese conocimiento generado puede eventualmente ser utilizado para otro fin. Es decir, sus estudios pueden sentar las bases para que otros puedan tomarlos para generar desarrollo. La propiedad intelectual es la forma de resguardar ese conocimiento y reconocer el trabajo desarrollado”, añadió Sigala.
La generación de propiedad intelectual es un elemento bisagra clave en la institución, pues permite articular la generación de nuevo conocimiento con la creación de empresas biotecnológicas, estableciéndose así un proceso de transferencia tecnológica que a grosso modo contempla tres etapas, según describe el especialista Álvaro Martínez.
La primera de ellas es “la más importante y valiosa”: la creación de nuevo conocimiento. “Sin eso nada de lo que ocurre después sería posible. En el caso de la Fundación y su centro basal, los laboratorios son la fuente de nuevo conocimiento y nuestro rol es prospectar e identificar de forma temprana las tecnologías emergentes susceptibles de ser protegidas por medio de las herramientas que el sistema de propiedad intelectual pone a disposición de la comunidad”.
Una vez identificada, y luego de hacerle seguimiento hasta que la tecnología se encuentre experimentalmente lo suficientemente madura, viene la segunda fase: empaquetar el nuevo conocimiento en una patente de invención, cuya finalidad práctica es que convierte dicho conocimiento aplicado en un activo transable en el mercado, por ejemplo, a través de una licencia.
«Esta licencia vendría siendo el análogo de un arriendo, una venta, o cualquier otra transacción comercial que uno realiza con un bien inmueble, tal como lo es una casa. Eso sí, con la diferencia que, en el caso de las licencias de patentes, estamos en presencia de bienes intangibles que provienen de la creación humana”, ejemplifica el directivo. Tras el licenciamiento viene el último tramo del proceso de transferencia tecnológica, cerrando el ciclo de pasar de un estudio de varios años en un laboratorio a una compañía de impacto en el mercado.
Martínez acota que dicho proceso general de transferencia biotecnológica puede ser resumido en la generación de conocimiento, la apropiación del mismo y su impacto en la sociedad, siendo justamente el logro de esta última etapa la que todos buscan, la más anhelada. “Creo que tanto la primera como la segunda hemos logrado hacerlas muy bien, pues en ambas contamos con una masa crítica de primer nivel, que aunque pequeña, es bien intensa y activa, no obstante, en la tercera es donde como país lamentablemente estamos al debe”.
Entre las oportunidades para sortear esta brecha, el ecosistema local viene planteando hace varios años la necesidad de contar con una ley de transferencia de tecnología, actualmente en tramitación en el parlamento.
Para el director de la oficina de transferencia tecnológica de la Fundación Ciencia & Vida, esta regulación podría establecer una normativa clara respecto a cómo deben funcionar estos procesos en el país, facilitándolos y promoviéndolos, así como habilitando y fomentando la creación y desarrollo de empresas biotecnológicas a partir de las universidades y centros de I+D e innovación como el nuestro.
“Dentro de este contexto creo interesante buscar inspiración en el modelo implementado por algunas universidades, por ejemplo inglesas, donde la universidad se conjuga con una organización, con personalidad jurídica independiente, que hace de brazo articulador con empresas y el mercado”.
Sin protección no hay beneficios
En paralelo a la inscripción de patentes que surgen de las investigaciones, la Fundación Ciencia & Vida ha impulsado un parque de negocios que agrupa a varios proyectos biotecnológicos emergentes. Entre estas startups se encuentra PhageLab, un emprendimiento de base científica que nació al alero del centro basal, y que hoy tiene operaciones en Chile, Brasil y en uno de los mayores parques tecnológicos de Europa, el Bic Biskaia, ubicado en el País Vasco, España.
Una de las últimas startups en sumarse al ecosistema fue Naturannova, una empresa que busca crear endulzantes naturales a partir de los péptidos que se encuentran en las plantas y que hoy trabaja con empresas productoras de alimentos de consumo masivo para la reformulación de sus categorías de aguas saborizadas y lácteos.
El equipo a cargo de esta emergente compañía nacional destacó que la alianza con la Fundación Ciencia & Vida implica una importante oportunidad para potenciar aspectos como el diseño de nuevos prototipos y su protección industrial por medio del acompañamiento en procesos de propiedad intelectual.
“Para las startups del ámbito biotecnológico en particular, sin propiedad intelectual, es muy difícil poder vender sus productos y servicios ya que nada asegura que sus desarrollos no sean copiados en el camino. Uno de los aspectos que más incentiva a este tipo de compañías para establecer acuerdos de colaboración con la Fundación en sus fases iniciales de expansión, es que pueden ser asesorados en todo el proceso de desarrollo de patentes y propiedad intelectual”, señaló Constanza Sigala.
La directora de negocios puntualiza que el desarrollo de capacidades internas de la Fundación en esta materia les permite apoyar en todo el proceso de solicitud, escritura y mantención de las patentes a un menor costo. Del mismo modo, hay un importante trabajo en un aspecto crucial de todos los emprendimientos: la búsqueda de tecnologías similares y si el nuevo producto o servicio tiene novedad para el mercado.
“Los proyectos pueden perder valor sin una adecuada gestión de la propiedad intelectual, lo que puede desperdiciar años de trabajo”, subrayó Sigala. “Para el ecosistema científico y tecnológico chileno es fundamental avanzar aún más en este tema, especialmente en áreas como la farmacéutica o la medicina, donde el proceso de investigación y desarrollo tiene un alto costo y, sin la protección intelectual, es imposible obtener beneficios económicos y sociales en el futuro”.
Como todos los años, a fines del mes de abril se conmemoró el Día Mundial de la Propiedad Intelectual, una fecha instaurada por los 200 estados miembro de Naciones Unidas, que también se celebró en Chile y que este año puso el foco en cómo la innovación puede contribuir al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, a través del fomento a soluciones innovadoras y creativas.
“La propiedad intelectual tiene una enorme relevancia en el desarrollo de la innovación y la creatividad humana. Probablemente, es un concepto que está mucho más integrado a nuestras vidas de lo que pensamos. Fechas como estas buscan crear una cultura de propiedad intelectual mucho más allá de la comunidad científica, logrando sensibilizar con estos temas a la ciudadanía en general, algo que es muy relevante”, concluyó Álvaro Martínez (Por: Luis Francisco Sandoval. Agencia Inés Llambías Comunicaciones).
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