- Chile no solo es reconocido como uno de los países sísmicamente más activos del mundo, sino también como uno de los más relevantes productores de minerales de los mercados globales. La relación entre estos dos factores hace que la construcción de grandes depósitos para contener relaves, que es la mezcla de agua, roca molida, minerales y productos químicos, sea doblemente desafiante.
En un contexto marcado por factores como el aumento en los niveles de producción, la búsqueda constante de reducir los costos de explotación y la gradual disminución de las leyes de minerales, las exigencias y complejidades en el desarrollo de estas obras no harán más que aumentar en el mediano y largo plazo.
Los depósitos de relaves son obras que demandan procesos de diseño e ingeniería de excelencia, pero en Chile estos retos son extremos. Nuestro país es responsable del 40% de la energía liberada por los movimientos telúricos en el mundo. Solo en los últimos 25 años, su territorio ha percibido 15 eventos de magnitud Mw=7.5 o superior (sin considerar que también fue escenario del mayor terremoto jamás registrado, con epicentro en Valdivia, en 1960).
Por lo tanto, la probabilidad de que uno o más eventos naturales extremos afecten durante su etapa de operación y cierre a estas estructuras es prácticamente del cien por ciento. ¿Qué nos indica esto? Que debido a nuestra condición de país sísmico, los depósitos de relave en territorio chileno deben diseñarse, construirse y operarse para ser capaces de resistir eventos catastróficos sin que ello implique su colapso.
En los últimos 50 años, la ingeniería chilena ha demostrado que es posible edificar presas de relaves seguras si estas se diseñan, construyen y operan siguiendo sólidos principios técnicos, aplicando el estado del arte y las buenas prácticas de ingeniería. Un aprendizaje forjado en trágicos episodios a lo largo de la historia.
Uno de estos fue la falla del tranque El Cobre luego del sismo de La Ligua, en la Región de Valparaíso, en 1964. El evento sísmico causó un derrame de 2.4 millones de toneladas de relave de cobre, que le costó la vida a más de 200 personas y fue un punto de inflexión en la ingeniería de depósitos de relaves en Chile.
A los pocos años de la tragedia, en 1970, se estableció una nueva regulación (el DS 86) que en la práctica prohibió el método de construcción llamado “aguas arriba”, el más vulnerable ante los efectos sísmicos (un ejemplo que siguieron también Brasil y Perú muchos años después). El DS86 fue reemplazado por el DS248 el año 2007 y actualmente se está en la etapa final de una nueva actualización del DS248. Este mejoramiento continuo en las prácticas de diseño y normativa nacional ha permitido el diseño y construcción de muros de arenas de relave y empréstitos que alcanzan alturas máximas que desafían constantemente los límites del conocimiento.