A menudo se percibe el cambio climático netamente como un problema ambiental. Sin embargo, si queremos avanzar y evitar una crisis climática de proporciones que la ciencia y academia nos vienen alertando hace décadas, es clave relevar que también plantea amenazas serias para las empresas, los inversionistas y el sistema financiero como un todo.
El reciente estudio desarrollado por GFK Chile, “Reciclando-Ando”, determinó que el compromiso ambiental se posiciona como un potencial driver de consumo entre los chilenos, donde un 74% declara que si una marca se hiciera responsable de su impacto ambiental compraría más de sus productos. En ese sentido, es vital entender que, como sector privado, tenemos la responsabilidad de ver y entender las señales que el entorno nos está dando, pues queda claro que el actual modelo lineal de extraer, usar y eliminar ya no se sostiene. Por tanto, es tarea de todos crear soluciones que contribuyan a generar impactos positivos, y adaptar un propósito que está en sintonía con las demandas de los consumidores, sabiendo transformar desafíos socio ambientales en oportunidades de negocio.
Si bien no podemos negar que ha habido avances en la materia, donde la responsabilidad empresarial ha evolucionado hacia una mirada más integral, debemos ser capaces de construir un modelo de negocios que realmente sea sustentable, pues solo así será sostenible en el tiempo. Darle un giro e implementar cambios estructurales – a primera vista – es costoso, sin duda, pero no adaptarse oportunamente resulta mucho más complejo al largo plazo. En ese sentido, el poder de adaptación y la capacidad del modelo de negocios debe ser consciente de los recursos que ocupa y de cómo los devuelve. En palabras simples, en cuanto antes, el mundo empresarial debe migrar hacia negocios ambientalmente correctos, socialmente justos y económicamente viables.
El cambio climático ya dejó de ser una alerta. Se transformó en un problema con el que hoy debemos convivir por eso clave accionar, concientizando lo suficiente para que los cambios necesarios se produzcan. Y a eso, instaurar incentivos tanto para las empresas como la ciudadanía para impulsar estos cambios con alianzas y esfuerzos mancomunados. La economía circular es un camino a transitar que no obliga a las organizaciones a elegir entre el beneficio económico, social o ambiental, ya que su implementación permite generar crecimiento económico sostenible, crear empleos de calidad y a su vez, ayudar a combatir el cambio climático. En esa línea, queda más que claro que los argumentos económicos o legales en contra de avanzar en materia reglamentaria son profundamente errados, pues el riesgo climático es -finalmente- riesgo financiero.
Gustavo Cruz de Moraes
Gerente general de Natura Chile
Equipo Prensa
Portal Innova