MARGARITA DUCCI

“El cambio climático nos destruirá a nosotros, no al planeta”, estás fueron las palabras con las que Antonio Guterres, Secretario General de Naciones Unidas abrió el Foro Económico Mundial este pasado jueves. Todo parece prever que nos aguarda un panorama dramático y en este marco la ONU designó el 28 de enero de cada año, como un día clave para reflexionar y frenar las emisiones de CO2, con el objetivo de tomar decisiones concretas destinadas a la protección de nuestro planeta, pero también de nuestra existencia.

Es urgente crear mayor conciencia y sensibilizar a la sociedad entera sobre el cambio climático y los impactos ambientales y humanos que está ocasionando. Hoy, la tragedia de los incendios en Australia y los que tuvimos en la Amazonía y Rusia, nos alertan sobre la magnitud de las amenazas y hacen aún más crítica la necesidad de unir esfuerzos para recuperar lo perdido y ganar esta batalla.

Un crudo ejemplo sobre los efectos del cambio climático en las personas, fue la petición de asilo de un hombre en Nueva Zelandia porque en su país, Kiribati, el cambio climático ha sumergido partes del territorio y ha afectado profundamente la economía. Nueva Zelandia se lo negó y lo deportó.  El migrante reportó el caso a un organismo de derechos humanos de la ONU.

“El riesgo de que un país entero termine sumergido bajo el agua es tan extremo, que las condiciones de vida en esa nación pueden volverse incompatibles con el derecho a la vida y la dignidad, incluso antes de que ocurra”, dijeron los expertos, lo mismo que sucede con los grandes incendios y desastres naturales que están obligando a las personas a migrar en diferentes partes del mundo.

Como vemos, reducir las emisiones se torna más urgente que nunca, ya que estamos viviendo un punto de inflexión respecto al calentamiento global que hará a nuestro planeta un lugar incompatible con la vida humana. Como sabemos, el exceso de CO2 es el principal causante del calentamiento de la atmósfera por el efecto invernadero, agravando la falta de acceso al agua e incrementando las sequías, realidad que en Chile se torna crítica.

En este aspecto el sector privado juega un papel clave, cuando actúa en coordinación con el Estado y la ciudadanía. Debemos acelerar las inversiones en desarrollo de fuentes de energía renovables, cambio a combustibles más limpios, mejoras en la eficiencia de los procesos de combustión y modificar las tendencias de consumo a través de la educación ambiental.

Necesitamos coherencia entre la ambición climática de los países con lo que pide la ciencia y lo que las personas del planeta exigen, y reconocer también, la acción climática del resto de actores no gubernamentales. La reducción de la Huella de Carbono es un problema que incumbe a todos: empresas, instituciones y ciudadanos pueden, en la medida de sus posibilidades y responsabilidades, contribuir a la protección del planeta, para así cuidar a la humanidad.

1.5°C es el límite que nos ha propuesto la ciencia y es también el límite fijado entre la vida y la muerte para todos los que habitamos en el planeta. Está en nuestras manos por ende encontrar las mejores armas para ganar la guerra contra el calentamiento global.

 

 


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