Mucho se ha hablado ya de la inclusión social en los últimos años, sin embargo, todavía prevalecen algunas restricciones que limitan un desarrollo igualitario cuando se trata de caminar en un terreno “parejo”. No se deben descartar los avances logrados tras años de lucha por generar una conciencia de cero discriminaciones, pero todavía es evidente que existen lugares en los que, por el hecho de ser mujer, tener una limitación física, creer en una religión o pertenecer a un grupo étnico, se determinan los puestos laborales a los que uno puede aspirar, el salario a ganar o incluso los lugares a los que se puede postular.

 

Ante ese escenario, resulta interesante ver cómo se desarrolla un debate social y una agenda política que busca alcanzar metas en materia de diversidad, equidad e inclusión. Es evidente que en diversos campos -político, cultural y social- existe una mayor participación de sectores que antes estaban segregados. Ejemplo de ello son las cámaras parlamentarias, puestos directivos e incluso oficios o actividades donde la ocupación era predominantemente masculina. Efectivamente vemos un esfuerzo por reforzar la participación igualitaria de mujeres, personas no binarias, jóvenes y población con capacidades diferentes, pero muchas veces esta inclusión es simplemente por cumplir con una “cuota de participación”, dejando de lado el verdadero potencial que guarda cada uno de estos grupos.

 

En búsqueda de un liderazgo natural

 

Para mí el liderazgo “es una palabra sin género” y si queremos alcanzar una igualdad laboral sin discriminaciones no podemos desprendernos de la idea de que el talento y el potencial de crecimiento puede venir de una madre soltera, una profesional que ha llegado a la tercera edad o una joven recién egresada cuya creatividad y talento no está limitada a su edad.

 

En este contexto, es importante recordar que, en 2015, al adoptar los Objetivos de Desarrollo Sostenible promovidos por las Naciones Unidas, líderes de todo el mundo trabajaron para posicionar a la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en un lugar central de la agenda 2030. Así, se buscaba dar cumplimiento a la eliminación de la pobreza, la promoción de un crecimiento inclusivo y sostenible, la reducción de las desigualdades de entre países y la igualdad de género, lo cual inevitablemente pasa por el desarrollo potencial de las mujeres en el mundo laboral.

 

Particularmente, decidimos comprometernos a implementar la diversidad acelerando la contratación de mujeres en todos los niveles de la organización, asumiendo que es un factor clave para mantener la innovación y el éxito comercial. El resultado hasta hoy nos demuestra que el desarrollo sostenible es posible si se aprovechan los diferentes talentos que pueden venir de alguien que piensa, se ve y actúa diferente, y por lo mismo, su experiencia puede enriquecer un proyecto que, de otra manera, tal vez no hubiera resultado tan eficiente o le hubiera tomado más tiempo en alcanzar la meta deseada.

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