Moisés Pérez Pastén. Investigador y asesor pedagógico, Master en Evaluación y Currículum. Académico Facultad Educación Universidad Finis Terrae.
Desde pequeño he soñado con una escuela en donde las diferentes asignaturas (no aisladas por disciplinas sino integradas como una comunidad) promuevan, desde el currículum, estrategias que potencien el contacto con la naturaleza, el desarrollo artístico-musical, prácticas que conecten lo sensorio, emocional, físico y moral de cada sujeto, pensado desde el aporte al proyecto de vida individual de cada estudiante que posee una historicidad familiar riquísima, alejándose paulatinamente de la idea de rigidez donde se tiende a ver al sistema formativo, como una “burbuja cultural” donde el foco está en repetir la fórmula, nombrar las partes de la planta, callar las ideas emergentes y seguir las normas como leyes conductuales “envasadas” preexistentes e inamovibles ¿por qué? Consensuemos que no hay nada de malo en esto último, es más, es una excelente formación y gestión pedagógica, pero para el siglo XIX, hoy existen un sin número de computadoras conectadas a una “ súper red neuronal” y ¡vaya! la información está ahí, el dato preciso está a un solo clic y demora una fracción de segundos en aparecer, entonces ¿y lo que tanto trabajo me costó en memorizar los nombres de las plantas de mi zona geográfica? Recordando al profesor Kaku de la Universidad de Harvard, falta muy poco para tener unos lentes de contacto (está trabajando en ello) que se conectarán al sistema vía wifi, y solo bastará parpadear para tener la información inmediata de lo que queramos saber. Parece increíble, pero lo mismo se pensaba de los teléfonos hace 20 años atrás (su venta se masificó a penas en el año 2000) y hoy lo que menos se hace es “hablar por ellos” ¿y la escuela, ha cambiado sus estrategias de enseñanza? ¿qué propuestas tenemos para implementar hoy? ¿qué pensamos promover en nuestros estudiantes este año? ¿el próximo? ¿para qué? ¿qué sello nos define como institución educativa? ¿responden a nuestra visión institucional? ¿cuál es esta visión?
Cuando conocí el proyecto Estocolmo fue cómo lograr “respirar un poco de aire fresco”, los cimientos que forjó Reggio Emilia consiguiendo logros desde lo colectivo, incluyendo a los actores involucrados en el proceso educativo (padres, profesores, directivos, niños y niñas) generando espacios de debate y reflexión en torno a las demandas y necesidades de esa comunidad en particular, sobre la primera infancia. De esta forma, la creencia educativa estaba centrada en construir y no en imponer “no se trata de implementar un modelo sino trabajar juntos para descubrir lo que podría ser lo mejor que podríamos ofrecer a nuestros hijos” (Reggio, citado por Dahlberg G., et al., 2005, pág.31) algo simple, no tecnológico, muy cierto pero que apunta a la experiencia de vida que define al ser humano a sus necesidades familiares y personales.
Algunos postulados de la psicología social crítica, en donde se promueve una comunidad educativa potente, considera que la participación de la familia es fundamental a la hora que todos los actores claves aporten, dialoguen, creen para construir una escuela auténtica. De acuerdo a “la ética del encuentro” expuesta en Dahlberg G., y colaboradores (2005), se propone la generación de un espacio que respete la heterogeneidad, pero también del diálogo constante, de las relaciones entre todos los actores involucrados en los procesos de aprendizaje, para que desde ese espacio se comience a construir lo que es mejor para los/as estudiantes. Un espacio que considere el contexto en que el ser humano se desenvuelve, ya que el aprendizaje no se crea de forma aislada en el cerebro de un sujeto, sino que se nutre a través de la relación, interacción y comunicación con el otro y donde los estudiantes tienen un lugar reconocido e independiente que se forja de la experiencia y la emocionalidad. Como dice Mora y tantos otros “sin emoción no hay aprendizaje” creo que lo tenemos bastante claro ¿qué hacemos al respecto en las escuelas? ¿cómo lo gestionamos? ¿cuántos de estos principios dan sustento a nuestras asignaturas? ¿cuántos de estos principios gestionamos día a día en nuestras aulas o fuera de ellas?
La propuesta del “learning by doing” demuestra que, por medio de la experiencia, el ensayo y error, la experimentación, la generación de hipótesis, generan resultados que además de fortalecer los procesos cognitivos, los estudiantes potencian a su vez la creatividad, las habilidades “blandas” (genéricas) como la escucha, el respeto, la tolerancia. Gestionando estos principios en el aula, podríamos identificar que cada experiencia propuesta se relaciona con la etapa cognitiva-afectiva que atraviesa el estudiante como un todo, independiente de su rango etario, así, mayores serían las posibilidades que se nos presentan para diseñar, planificar, atender las necesidades, y lograr aprendizajes más contextualizados, en otras palabras, más significativos. Utilizando lo que tengan a su alcance, a disposición e incluso elaborando estrategias o herramientas para darle solución a un desafío.
En la actualidad se hace cada vez más latente y urgente realizar cambios en la Escuela para que – entre otros factores-, esta propicie un aprendizaje significativo dirigiendo su foco hacia las potencialidades y capacidades de cada estudiante según sus inquietudes, necesidades y contexto
Equipo Prensa
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