El 13 de mayo es el Día Internacional del Comercio Justo (Fair Trade) y cada año ponemos en valor lo que implica este concepto y el significado que tiene para miles de pequeños productores en todo el mundo, que basan su actuar en tres pilares fundamentales: el diálogo, la transparencia y el respeto. Un esquema que favorece las condiciones de vida y el bienestar de poblaciones más vulnerables o alejadas de las cadenas de comercialización convencionales. Todas las crisis que hemos estado experimentando y la inestabilidad recurrente, han despertado un necesario debate sobre el desarrollo económico y la necesidad de que éste sea verdaderamente sostenible y que avance hacia la regeneración de ecosistemas, tanto sociales como ambientales. Es decir, preocuparnos, en las empresas y organizaciones, del impacto que genera nuestro actuar sobre las personas y el respeto que ellas merecen al igual que en las comunidades y el resguardo del medio ambiente. Además de priorizar actividades económicas que generen un impacto positivo real y que contribuyan al bien común y no fomentar el crecimiento sin parámetros positivos claros, sino que uno que considere y pueda sustentarse en estos pilares que son los mismo que propone el Comercio Justo. El gran desafío que enfrentamos es buscar nuevas formas de hacer economía, basados en una mirada integral del ser humano y del respeto a su entorno. Y este esquema de Comercio Justo apunta a ello como su causa fundamental. El Comercio Justo no es caridad, es priorizar el respeto al trabajo digno, bien hecho, tratando de evitar la ganancia excesiva de una intermediación inadecuada. Representa compromisos de largo plazo, donde el grupo productor es reconocido y se le asegura una vida más digna, gracias a que el ciudadano consumidor puede reconocer, nítidamente, cuál es el resultado de su decisión de compra, viendo si ésta contribuye a un mejor desarrollo humano, en que se respeten condiciones laborales, sociales y medioambientales adecuadas y responsables. En este contexto, el desarrollo de la Banca Ética Latinoamericana significa una oportunidad enorme, tanto para inversionistas que pueden sentirse satisfechos al constatar que su dinero es invertido en programas y proyectos de Comercio Justo (o de otras expresiones de economía social) que generan un impacto positivo real en las personas, las comunidades y el medio ambiente. Por otro lado, es una oportunidad para que estos mismos proyectos logren acceder a una fuente de financiamiento confiable, que no se basa en la especulación, que comparte las dinámicas de los proyectos y se transforma en un socio que acompaña el proceso y trabajo. Así podemos contribuir a una reconstrucción justa. Una economía fraterna sí es posible. El comercio justo entrega una alternativa concreta, real y viable hoy, y una banca con sentido ético contribuirá a canalizar adecuadamente el dinero necesario para aportar a esta reconstrucción justa a la que se nos invita. |
GERARDO WIJNANT Responsable de Impacto y Ecosistema Banca Ética Latinoamericana |
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