Las reiteradas situaciones de catástrofe que Chile ha enfrentado en los últimos dos años dejan en claro dos cosas: primero, que el cambio climático y sus impactos ya están aquí, y segundo, que la gestión territorial requiere de una evolución significativa, escenario donde los sistemas de información geográfica juegan un papel preponderante.

Es posible que esta segunda arista parezca una cuestión técnica, eventualmente descolgada del problema de fondo, pero basta con recordar que las últimas emergencias han dado cuenta de brechas a nivel del diseño de políticas públicas en el territorio, así como también de la gestión de alertas, ayudas para sobrellevar las contingencias o generar aprendizajes, esto pese a los esfuerzos realizados.

La incorporación de nuevas herramientas en el campo de los SIG (Sistemas de Información Geográfica) puede contribuir a abordar con mayor efectividad los desafíos derivados del cambio climático, pero también los retos permanentes para la implementación de proyectos de industrias de alta complejidad.

Las disrupciones tecnológicas nos sorprenden cada día con nuevas evoluciones en múltiples ámbitos y la gestión territorial no es la excepción. Hoy como nunca existen grandes volúmenes de datos disponibles y las herramientas han evolucionado para aprovecharlos. Ejemplo de esto son Google Earth Engine que posee la capacidad de procesar Petabite de datos satelitales, o ArcGis Online del gigante ESRI, que posee grandes desarrollos tanto en escritorio como web. Otro ejemplo local, es el funcionamiento del nuevo satélite chileno FaSat-Delta que incrementará y diversificará la información del territorio nacional. Así, se abren enormes oportunidades, pero también exigencias a nivel de formación profesional y de preparación del capital humano avanzado para extraer el máximo potencial de estas soluciones.

Estas plataformas tienen la capacidad de modelar escenarios; generar comparaciones de condiciones actuales, pasadas y futuras; y realizar análisis con diferentes variables. Todo esto con el propósito de consolidar una gestión oportuna y eficaz, anticipando riesgos y diseñando soluciones para potenciales emergencias.

Sin embargo, esto no solo se trata exclusivamente de contar con un mayor volumen de datos, sino también con la capacidad de interpretarlos, procesarlos y transformar sus análisis en elementos relevantes y tangibles para distintos niveles de gestión. Esto es parte de lo que abordará la Política Nacional de Información Geoespacial, iniciativa estatal en proceso de desarrollo, que entre otros pretende crear estándares mínimos entre organismos estatales a diferentes niveles, el sector privado, la comunidad e instituciones académicas.

Sí, evidentemente tecnologías como la inteligencia artificial o herramientas como los drones, incluso sofisticados sistemas satelitales para obtener información en tiempo real, optimizará las múltiples maneras por las que percibimos la transformación del territorio, pero, para que esos elementos se conviertan en recursos para una mejor toma de decisiones, se requiere evolucionar.

Evolucionar, por ejemplo, a nivel organizativo, promoviendo un sistema de innovación y desarrollo constante a diferentes niveles y con diferentes actores, para asimilar e incluso crear soluciones derivadas de las nuevas tecnologías, teniendo un rol protagónico en el impulso de las nuevas herramientas. Y evolucionar, del mismo modo, para que las normativas y tomas de decisiones de alto nivel consideren de forma más consistente lo que reflejan las nuevas plataformas.

Esto no solamente tiene que ver con la precisión de los datos que hoy podemos obtener, sino con la realidad que nos muestran: un territorio dinámico, con cambios a gran velocidad y riesgos cada vez más complejos de gestionar. Y es ahí donde radica nuestro principal desafío.

 

Francisco Sepúlveda, jefe de análisis territorial y SIG en Arcadis

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