De acuerdo con el sitio estadounidense finn.com, Chile cuenta con las carreteras más seguras del continente, algo que cobra relevancia desde la perspectiva de la seguridad vial y su integración con la Tecnología del Internet de las Cosas (IoT), permitiendo explorar aún más el potencial transformador de las tecnologías emergentes en la gestión y operación de estas vitales arterias de comunicación.

Según el ranking desarrollado por este sitio, el país quedó en el puesto 17 a nivel mundial, considerando en la evaluación la calidad de las autopistas, las muertes por cada 100 mil habitantes, el nivel de tráfico, el porcentaje de uso de cinturón de seguridad, los fallecimientos debido al consumo de alcohol y los límites de velocidad.

En la misma dirección, el Informe Global de Competitividad del Foro Económico Mundial de 2019 ubicó a las carreteras chilenas en el primer lugar de América Latina, destacando las condiciones en las que se encuentran.

Desde la implementación de las concesiones viales iniciadas en 1993, las autopistas chilenas han experimentado una mejora significativa en su infraestructura y funcionamiento. Las inversiones millonarias y los estándares internacionales han sido elementos clave en esta transformación, pero es la integración de las tecnologías IoT y los servicios que acompañan a estas tecnologías lo que ha permitido dar un gran salto en términos de eficiencia, seguridad y comodidad para los usuarios de las vías.

Estos logros son importantes, pero no son suficientes. De hecho, el ranking de finn.com evalúa a Chile con 4,95 puntos (de un máximo de 10), encontrándose a gran distancia de los países líderes: Países Bajos (7,86), Noruega (7,47) y Suecia (7,42). Entonces, aún tenemos desafíos muy importantes.

En nuestras autopistas, hoy operan sistemas de free Flow (peajes sin barrera) y muchos vehículos cuentan con sistemas de monitoreo por GPS y variados sensores que permiten, detectar fatiga de los conductores, excesos de velocidad o cuentan con sistemas de asistencia al conductor (ADAS) y frenado automático, entre otros. Desde mi perspectiva, gran parte de los avances tendrán que venir de la mano de más integraciones con tecnologías emergentes.

Hay que considerar que las carreteras cada día entregan un mayor flujo de datos y se deberá contar con una mayor gestión en tiempo real y permanente, permitiendo un control de flujos de tráfico para poder anticiparse a incidentes, reducir siniestros, optimizar el uso, etc. En este sentido, tan importante como los nuevos equipos tecnológicos, será clave la asesoría y acompañamiento en los procesos, sistemas y personas para conseguir mayores eficiencia y seguridad en las operaciones de las autopistas. Así, el uso adecuado de la información permitirá nuevos saltos en estos ámbitos, dando sentido a la incorporación de nuevas tecnologías.

Dentro de los desafíos en infraestructura para los próximos años está la reducción de las “zonas oscuras” o partes de las carreteras que quedan sin conexión de telecomunicaciones, lo que pasa, en gran medida, por instalar más antenas de telecomunicaciones. Hay un tema de que se debe abordar y en esto el esfuerzo público-privado es clave para mejorar la conectividad y seguridad. Para tener una idea, hay unas 25.000 antenas de telefonía móvil en el país, pero la mayoría se ubica en los principales centros urbanos. 

En el horizonte tecnológico, se vislumbran varias innovaciones emocionantes que tienen el potencial de revolucionar por completo la experiencia de las autopistas chilenas. La conectividad impulsada por las redes móviles 5G y 6G abrirán nuevas posibilidades para la comunicación entre vehículos y con la infraestructura vial, permitiendo una respuesta aún más rápida a situaciones cambiantes en la carretera. Chile es el primer y único país de Latinoamérica que ya tiene despliegue de 5G a nivel nacional (Entel ya está en 270 comunas del país), y se sigue avanzado en su implementación por parte de los operadores y en las zonas geográficas; mientras que la 6G se proyecta que llegue para fines de la década.

Uno de los avances más notables y sostenibles podría ser la implementación de carreteras solares, con pavimentos hechos de paneles protegidos y resistentes al tráfico rodado de todo tipo de vehículos para producir energía. En tanto, los monitoreos de rutas con sistemas de GPS, control de flotas y otras tecnologías seguirán aportando en la sustentabilidad del uso de las carreteras, con mejor uso de las autopistas y los combustibles, especialmente al mejorar la infraestructura de telecomunicaciones.

En el mundo desarrollado ya hay múltiples iniciativas que apuestan a ese futuro, por ejemplo, en Países Bajos ya se funciona con las smart highways o autopistas inteligentes, donde las clásicas luminarias fueron reemplazadas, en algunos tramos, por marcas que absorben la luz del Sol, para resplandecer en la oscuridad. En Italia, Aleatica realiza un programa piloto para asentar las bases de la recarga eléctrica de los vehículos en las carreteras mientras estén en movimiento o estacionados. 

Si bien estamos tomando los primeros pasos (el uso de GPS, la integración con sensores de fatiga, sistemas ADAS, sistema de free Flow, iluminación led, etc.) en esta emocionante transformación, el panorama futuro de las autopistas chilenas será moldeado por una estrecha colaboración entre la industria, el gobierno y las instituciones académicas. La adopción estratégica de tecnologías IoT en la gestión y operación de las carreteras no solo mejorará la seguridad y la eficiencia, sino que también sentará las bases para un sistema de transporte inteligente y sostenible que beneficiará a las generaciones venideras. 

Sin duda, estamos ante una nueva era de innovación en el ámbito de las autopistas chilenas, donde las tecnologías IoT y los servicios que acompañan a estas tecnologías liderarán el camino hacia un futuro más seguro, conectado y eficiente en el transporte vial.

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