Por Claudia Valdés Muñoz, gerente general de BBSC

Tal como lo esperábamos, la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos decidió mantener su tasa de interés de referencia entre 5,25 % 5,5 %. Estos números son reflejo de la escasez de dinero, lo cual, indudablemente impacta a diversas economías, incluida la nuestra, partiendo por la valorización del dólar.

Ahora bien, el aumento de las tasas debiera ser resultado de un crecimiento económico, pues, cuando hay mejores proyectos de inversión éstas suben porque invertir resulta más atractivo que tener el dinero inmovilizado. En una economía sana, más ahorro y menos inversión llevan las tasas de interés a la baja. 

Pero, hoy, el mercado estadounidense -clave para la economía mundial- nos está mostrando que hay un menor ahorro en los hogares. Por lo tanto, al caer el ahorro, suben las tasas de interés de largo plazo, sin que ello venga acompañado de un aumento sostenido de la producción. 

Adicionalmente, la crisis hídrica y la transformación energética que exige el cambio climático están marcándole la pauta a la economía. Muchas empresas están evaluando la sustitución de los combustibles que han utilizado por años, por otros que provengan de fuentes más amigables con el medioambiente. 

A lo anterior, se suma el aumento en el valor de los commodities que se cruza con el contexto geopolítico, con repercusiones como las que ha generado el conflicto en Gaza (Medio Oriente). Aunque nos parezcan temas lejanos para un país ubicado al final del continente, lo cierto es que Chile está sobreendeudado debido al sobre calentamiento de la economía: estamos gastando más de lo que producimos. 

En este sentido, la ecuación “ahorro-inversión” está llevando justamente a que las tasas de interés sean muy difíciles de controlar, mientras la inflación resuena como un golpe duro para el mercado interno. Pero, si a esta fórmula agregamos el alza en el valor del dólar, claro que será difícil ponernos optimistas. 

Como nuestra economía basa gran parte de su desarrollo en las importaciones, inevitablemente, tendrá que asumir un aumento en el costo de la producción y, por lo tanto, también una mayor presión sobre la inflación. Y es que, claro está, los líderes mundiales no toman decisiones pensando en los países más vulnerables. 

Por eso, públicos y privados debemos trabajar unidos y con resiliencia, para que el remo se sienta menos pesado, al navegar en las turbulentas aguas que impone la economía global.

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