Por Ignacio Santelices, gerente de Sustentabilidad de Fundación Chile
Con la entrada en vigencia del etiquetado de Eficiencia Energética (EE) para refrigeradores en 2007 -siendo la letra A, la más eficiente- las marcas importadas obtuvieron letra B, mientras que las locales cayeron en categoría D. Por eso las nacionales, tomaron rápidamente medidas y cambiaron el burlete (goma) de la puerta por uno de mejor calidad, con lo que obtuvieron la letra “B”. Este simple cambio incentivó a los hogares a comprar estos artefactos, logrando ahorrar $50.000 anuales en la cuenta de la luz.
Cuando en 2018 surgió la etiqueta de lavadoras, varias de las que eran energéticamente más eficientes, dejaban la ropa sucia. Eso pasó porque la eficiencia se medía por el gasto de energía por kilo de ropa lavado y varias marcas estaban sobredimensionando la carga máxima de sus lavadoras. Dado que el resultado no era óptimo, se unificó el criterio para medir la carga máxima entre estos electrodomésticos.
Esos son ejemplos del doble beneficio que tiene el etiquetado de EE: por un lado, incentiva a las empresas a ofrecer mejores productos y, por el otro, uniforma y simplifica la información al consumidor. De acuerdo a la Agencia Internacional de Energía (AIE, 2021), los programas de etiquetado y estándares mínimos de EE han reducido en torno a un 15% el consumo eléctrico total de sus países. En 2019, gracias a este tipo de iniciativas, la demanda global de electricidad se redujo en al menos 1600 TWh, lo que equivale a 20 veces el consumo eléctrico de Chile.
Hoy Chile cuenta con una treintena de artefactos rotulados, que cubren el 80% del consumo energético residencial. Respecto a los estándares mínimos, existen solo para cuatro equipos, que cubren el 46% del consumo eléctrico de los hogares. Por eso, es importante que la autoridad siga empujando esta política pública y que podamos contar, a la brevedad, con el etiquetado de viviendas de la Ley de Eficiencia Energética de 2021, además de nuevas etiquetas y estándares mínimos para otros artefactos.
A nivel regional, nos hemos vuelto a posicionar como líder en la eficiencia energética desde que fue aprobada la ley. Entre otros elementos, establece que las grandes empresas deben implementar y mantener un Sistema de Gestión de Energía (SGE), que debiese generar ahorros de energía anuales entre 3% y 5% en los primeros años y que desde 2023 es también obligatorio en la Unión Europea.
Muchos creen que con la electrificación del consumo y el uso de energías renovables, la eficiencia energética pasará a un segundo plano. Pero es importante recordar que, según la AIE, al 2040 habrá un 60% más de m2 construidos en el planeta respecto de 2019, los que habrá que alimentar de energía. El libro “Cómo evitar un desastre climático”, de Bill Gates, afirma que todos los años se agrega una nueva ciudad de Nueva York en el mundo, con edificios y transportes que hay que climatizar y mover. A este ritmo, no vamos a tener espacio para seguir instalando parques eólicos o solares si no somos más eficientes en el uso de la energía. De hecho, la misma AIE dice que con la misma energía que consumimos hoy podríamos cubrir todos los requerimientos adicionales al 2040 si fuésemos más energéticamente eficientes.
Hoy, en el Día Mundial de la Eficiencia Energética, hay que recordar que ésta es la pieza clave de cualquier proceso de transición en esta materia, pero hay que impulsar su desarrollo.
Equipo Prensa
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