La montaña siempre ha tenido una forma única de invitarme a desconectar del mundo y conectar conmigo mismo. Esta vez, la aventura me llevó al Refugio Plantat, un ícono a 3.130 metros sobre el nivel del mar, enclavado en las faldas del majestuoso Volcán San José, en el corazón del Cajón del Maipo (a una hora y media de Santiago). Este refugio, construido en 1937, no solo resguarda a montañistas, sino que también cuenta historias de generaciones que han buscado conquistar las alturas.

El camino hacia el Refugio Plantat es tanto un desafío físico como una experiencia sensorial inolvidable. Las formaciones rocosas del entorno, erosionadas por siglos de viento, nieve y el movimiento de las placas tectónicas, dibujan paisajes que parecen sacados de un lienzo. A esto se suma la nieve reciente, que con su manto blanco transforma cada rincón en una postal. No hay palabras suficientes para describir la serenidad y la grandeza que se siente al caminar por este lugar.

El trekking -de 14 kilómetros en total y 850 metros de desnivel-, comenzó con una caminata por el Valle de la Engorda, una de las zonas más hermosas del Cajón del Maipo. Los colores del paisaje contrastaban con la pureza de la nieve que definían nuestros ojos a lo lejos, creando una vista que parece irrepetible. Mientras avanzábamos, las montañas parecían abrir sus brazos, dándonos la bienvenida a uno de los rincones más impresionantes de la Cordillera de los Andes.

Una de las sorpresas más grandes del día fue el avistamiento de un ave conocida como “Cometocino”. Su pecho amarillo intenso se destacaba entre los arbustos y las piedras. Este pequeño habitante de la montaña se mostraba confiado y permitía que nos acercáramos lo suficiente para fotografiarlo. Fue un recordatorio de cómo la naturaleza siempre encuentra formas de maravillarnos.

Estar vivo y presente

El ascenso al Refugio Plantat fue exigente, pero cada paso valió la pena. La nieve crujía bajo nuestras botas, acompañada por el sonido del viento que soplaba entre las cimas. Estas experiencias me hacen vibrar, no solo por la belleza del entorno, sino por la sensación de estar vivo y presente, disfrutando de todo el esplendor que ofrece la Cordillera.

La presencia de guías profesionales marcó una gran diferencia en esta aventura. “Vicho” Verdugo y “Haima” Toledo, de la Agencia Puma Adventures, no solo lideraron el grupo con seguridad y experiencia, sino que también compartieron historias y detalles sobre la zona que enriquecieron el trayecto. Su compromiso con el senderismo profesional se traduce en confianza y aprendizaje para quienes los acompañan.

Al llegar al refugio, la sensación de logro se mezcló con la tranquilidad del entorno. La estructura, construida hace casi un siglo, se alzaba como un testimonio de la resistencia y la historia de los montañistas que la han visitado. Desde allí, las vistas eran simplemente espectaculares: el Volcán San José dominaba el horizonte, rodeado de valles y cumbres nevadas. Cabe destacar que, en invierno, este refugio queda cubierto por varios metros de nieve.

Tomamos un tiempo para descansar, compartir historias y disfrutar de un reponedor snack e hidratación. El refugio nos ofreció un respiro antes de emprender el descenso. En ese momento, reflexioné sobre la importancia de la resiliencia en cada expedición. En la montaña, como en la vida, los desafíos son inevitables, pero cada uno de ellos nos fortalece y nos enseña algo valioso.

Una lección de belleza

El descenso fue igualmente impresionante. La luz del atardecer pintaba las montañas con tonos cálidos, creando un espectáculo visual que solo la naturaleza puede ofrecer. Fue un recordatorio de que, aunque el objetivo era llegar al refugio, el verdadero regalo estaba en el camino.

De regreso al punto de partida, sentí una profunda gratitud por la oportunidad de vivir esta experiencia. El Refugio Plantat no solo es un destino, sino una lección sobre la belleza de la naturaleza y la importancia de protegerla. Este lugar tiene un alma propia, y quienes lo visitamos nos llevamos un pedacito de ella en el corazón.

No puedo dejar de recomendar esta ruta a quienes buscan conectar con la montaña de una manera única. El Refugio Plantat no solo te desafía físicamente, sino que también alimenta el alma. Cada paso, cada vista y cada momento en este lugar son un recordatorio de lo pequeños que somos frente a la grandeza de la naturaleza.

Finalmente, agradezco nuevamente a Puma Adventures y a su equipo. Su profesionalismo y pasión por la montaña enaltecen el trekking y lo convierten en algo más que una caminata: lo transforman en una experiencia de vida. Este recorrido queda grabado en mi memoria como una de las aventuras más significativas en mi camino por descubrir las maravillas de los Andes.

Por Nicolás Ward Edwards, periodista

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