La idea de colaborar no es nueva. Tampoco su importancia en la construcción de realidades compartidas e incluso en la satisfacción de nuestras necesidades. Sin embargo, la colaboración sigue siendo disruptiva y no es la norma en el contexto corporativo, donde por mucho tiempo la competencia ha sido el estatus quo y motor de crecimiento.
Si queremos construir un modelo de desarrollo para el país, donde el desarrollo económico contribuya al bienestar de las personas, debemos establecer una visión común. La comunicación y la colaboración serán la clave fundamental para la construcción de una realidad compartida.
Un ejemplo de colaboración como instrumento para alcanzar la sostenibilidad es la simbiosis industrial, proceso en el que los residuos de una empresa se transforman en insumos de otra. Esta práctica ya es una realidad que cuenta con experiencias comprobables en otras latitudes. Quizás la más reconocida de ellas es el Parque Ecológico de Kalundborg, en Dinamarca. Allí, varias empresas que operan en un mismo territorio se han unido para intercambiar subproductos y residuos, creando un sistema de simbiosis industrial que optimiza el uso de recursos y reduce el impacto ambiental. En este parque, los residuos de una planta de energía se utilizan como insumos en la producción de fertilizantes y yeso, demostrando cómo la cooperación entre industrias puede transformar desechos en recursos valiosos.
Hoy, en Chile, es difícil pensar en una colaboración de este tipo, ya que para llegar a desarrollar proyectos significativos, es necesario recorrer un camino poco transitado. El mencionado parque industrial en Dinamarca tiene su origen en los años 60 y sólo el propósito de alcanzar eficiencias operativas y reducir costos llevó a las empresas a la colaboración inicial. Al igual que un músculo, colaborar es una habilidad que las personas y las organizaciones deben desarrollar. El camino no estará exento de obstáculos y será necesario superar barreras de diversa índole, desde desconfianzas propias de la falta de experiencias previas, hasta obstáculos normativos que será preciso abordar para viabilizar el desarrollo de proyectos.
El paradigma actual impone la competencia por sobre la colaboración, las diferentes industrias rara vez interactúan, y muchos actores privados ven en el sector público solamente una barrera. Este paradigma necesita cambiar si queremos avanzar significativamente en la construcción de un sistema económico más sostenible, amigable con el medioambiente y favorable para el desarrollo de las personas.
Promover la colaboración sectorial e intersectorial será fundamental para enfrentar los desafíos actuales y construir un futuro en el que el bienestar humano y la salud del planeta sean prioritarios. Es esencial que compartamos una visión y trabajemos juntos hacia un objetivo común. En esencia, la construcción de un futuro sostenible y compartido depende, en buena parte, de los esfuerzos por cooperar que realicemos hoy.
Equipo Prensa
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