Elena López, cofundadora y COO de Cheaf

Es de primera importancia dar visibilidad a los esfuerzos que debemos conducir desde todos los sectores de la sociedad para mejorar los indicadores respecto de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), uno de los principales causantes del cambio climático en la actualidad.

En el imaginario colectivo, la emisión de GEI históricamente ha estado ligada a las industrias más contaminantes y sus grandes chimeneas humeando constantemente; sin embargo, hoy somos conscientes de que ésta no es la única forma de polución por CO2, y que hay muchas prácticas enquistadas en nuestra sociedad que también contribuyen a esta contaminación.

Una de ellas es el desperdicio de alimentos. De acuerdo a estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, la pérdida y el desperdicio de alimentos genera entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI), lo que representa casi cinco veces las emisiones totales del sector de la aviación. En efecto, si este desperdicio fuese un país, sería el tercero más contaminante del mundo. 

Pero el desperdicio de alimentos no sólo es un problema desde la óptica ambiental. De hecho, por una parte, la ONU estima que este problema representa una falla del mercado que provoca que cada año se boten a la basura alimentos por un valor de más de 1 billón de dólares; por otra, en el mundo, alrededor de 783 millones de personas aún padecen hambre, mientras que un tercio de la humanidad se enfrenta a la inseguridad alimentaria. 

Considerando las repercusiones ambientales, económicas y sociales que esta pérdida provoca, este es un asunto que debemos tomar con seriedad y abordar de manera proactiva. 

Afortunadamente, cada vez se está generando una mayor concientización sobre esta problemática y se están demandando soluciones innovadoras para evitar su ocurrencia. En ese sentido, nuestro estudio de opinión pública Voces contra el Desperdicio de Alimentos reveló que al 90% de los chilenos le molesta que se produzca desperdicio de alimentos, y, es más, el 87% de los encuestados declara que le gustaría que todos los supermercados y comercios ofrecieran soluciones anti-desperdicio, mientras que un 79% asegura que prefiere comprar en supermercados que tengan estos programas frente a otros que no los consideren.

Sabemos que las personas están preocupadas y comprometidas con esta misión, y que comienzan a exigir y preferir empresas que también lo estén: ahora es tarea de los actores que participamos de la industria de la alimentación aunar esfuerzos y sumar nuestras experiencias y expertises para crear soluciones que nos permitan, por una parte, mitigar las emisiones y, por otra, avanzar de forma efectiva hacia una revolución cero desperdicios. Una revolución en la que todos (sin ninguna excepción) ganamos. 

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