Por: Rodrigo Barrientos lidera Gen Proactivo, comunidad pionera de multi inversionistas inmobiliarios y referente para profesionales de altos ingresos en Chile y la región que sueñan con transformar sus vidas y alcanzar la libertad financiera.
Cuando hablamos de libertad financiera, muchas personas piensan en atajos, en una inversión mágica que les resolverá la vida de un día para otro. Sin embargo, la realidad es muy distinta: se trata de un proceso que se construye con disciplina y hábitos sólidos. Del mismo modo que una alimentación saludable y el ejercicio constante nos permiten gozar de buena salud, la independencia económica se logra a través de decisiones financieras inteligentes y sostenibles en el tiempo.
El primer paso para iniciar este camino no es buscar una inversión milagrosa, sino consolidar un hábito de ahorro. Antes de pensar en invertir más allá de un depósito a plazo o un fondo conservador, es fundamental acostumbrarse a ahorrar de manera constante por al menos un año. Esto no solo crea un respaldo para imprevistos, sino que también fortalece la disciplina financiera, un pilar clave en cualquier estrategia de inversión.
Uno de los errores más comunes que veo en las personas que buscan independencia económica es el miedo a la deuda y el apego excesivo a sus ahorros. En Latinoamérica, culturalmente tendemos a ver la deuda como algo negativo, cuando en realidad puede ser una herramienta poderosa para construir patrimonio. Ahorrar es solo una parte del proceso; el siguiente paso es utilizar esa capacidad de ahorro para adquirir activos. Y si podemos hacerlo con el dinero de otros, mejor aún.
En mi caso, he utilizado créditos hipotecarios para construir mi portafolio de 17 propiedades, que generan rentabilidad inmediata a través del arriendo diario en plataformas como Airbnb. Si hubiera intentado hacerlo solo con mis ahorros, probablemente hoy no tendría más de dos propiedades. La clave está en entender que la deuda, cuando se usa estratégicamente, puede ser un acelerador de crecimiento en lugar de un obstáculo.
Lamentablemente, muchas personas caen en la trampa de usar la deuda como una extensión de sus ingresos, financiando vacaciones, autos o televisores más grandes. Ahí es donde nacen los problemas y la razón por la que la palabra «deuda» tiene una connotación negativa. La diferencia está en aprender a endeudarse para adquirir activos que generen ingresos y no para financiar pasivos que solo consumen recursos.
Más allá de los números, la libertad financiera es la posibilidad de sostener un estilo de vida que nos haga felices sin tener que intercambiar tiempo por dinero. No se trata de manejar un Lamborghini o navegar en un yate rodeado de modelos en bikini, como muchas veces nos venden en redes sociales. Para mí, significa la tranquilidad de saber que mis seres queridos siempre tendrán lo que necesitan, poder compartir más tiempo con mi familia, viajar y crear recuerdos sin preocuparme por cómo voy a financiar cada experiencia.
La independencia económica no es un sueño inalcanzable, pero requiere cambiar la mentalidad, educarse financieramente y tomar decisiones estratégicas. La clave está en dar el primer paso con disciplina y visión a largo plazo. Ahí es donde comienza realmente el camino hacia la libertad financiera.
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