La “producción” de basura no parece reducirse. Con el objetivo de comenzar a generar impactos positivos, cada vez más personas se suman a movimientos que buscan vivir generando la menor cantidad posible de residuos.

En 2021, en el marco de una visita a España, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas declaró a los medios de comunicación: “La comunidad científica nos dice que estamos (en materia climática) en el último momento para tomar decisiones esenciales”. Lamentablemente, no mucho se avanzó y las declaraciones del máximo líder de la ONU cambiaron drásticamente en 2023: “La humanidad ha abierto las puertas de infierno”, sentenció Guterres en septiembre pasado, luego de que el mundo registrara sus peores récords en temperatura, a la vez que el hielo antártico estaba en sus niveles históricos más bajos, signos claros de la crisis climática. 

El cambio climático es una realidad hace mucho tiempo, pero hoy representa una urgencia y requiere que la sociedad sea capaz de abordarla desde diversos ámbitos, siendo uno de ellos el de la producción de desechos. “Por mucho tiempo hemos visto cómo cada año la producción de basura de las personas y las industrias llega a niveles impresionantes, aún cuando entendemos el gran daño ecosistémico que ésta provoca y sus consecuencias directas en el cambio climático. Y, lamentablemente, no se ha avanzado en la materia al paso que se debiera”, declara Elena López, cofundadora y COO de Cheaf.

En efecto, según datos de Waste Atlas (un trabajo de investigación de científicos en más de 1.800 ciudades de 164 países), cada año se generan sobre 1.900 millones de toneladas de basura, de ellas, un 70% termina en basurales y rellenos sanitarios, mientras que sólo un 19% se reciclaría. 

Sin embargo, de acuerdo a la directora ejecutiva de Fundación Basura, Tamara Ortega, la basura es un constructo social, algo que en realidad no existe (el lema de la fundación), pues no hay otro ser vivo en el mundo que produzca algo tal como lo es la basura; es por eso que el tratar de cambiar esta realidad, debe hacerse de forma colaborativa y desde los distintos actores de la sociedad. 

“Por un lado las políticas públicas deben normar y darnos el marco regulatorio (ya que si no queda sólo en voluntades, y la urgencia climática no nos da tiempo para que estos cambios se hagan sólo a voluntades), como, por ejemplo, el proyecto de ley de residuos orgánicos que se encuentra en el Congreso actualmente que obligará a los municipios a gestionar su fracción orgánica; o políticas públicas que regulen la importación de ropa de segunda mano” expresa Ortega . 

La directora ejecutiva de Fundación Basura añade que este cambio debe ser impulsado también desde el sector privado, ofreciendo alternativas en el mercado para que se pueda gestionar lo consumido (a través del reciclaje o compostaje, por ejemplo), y desde los consumidores, adoptando hábitos que disminuyan la cantidad de basura que se produce (mediante la reutilización, reparación y reciclaje, entre otras estrategias). 

Los residuos alimentarios

En esta lucha para reducir la producción de residuos, la industria de la alimentación tiene una tarea importante. Según datos de la FAO, en el mundo un 14% de los alimentos se pierde entre la cosecha y la distribución, mientras que otro 17% se desperdicia en el proceso entre la distribución y los consumidores finales. Una cifra doblemente grave, pues en términos humanitarios no hemos sido capaces de erradicar la pobreza extrema y el hambre en el mundo, mientras que ambientalmente es irresponsable seguir consumiendo recursos valiosos (como el agua) en productos que terminarán en un basural.

Además, esto genera un problema grave y que incide directamente en el cambio climático: se estima que la contaminación que genera esta enorme cantidad de alimentos en buen estado que llega a los vertederos genera cerca del 8% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero ocasionadas por el hombre. 

“Esto implica que si el desperdicio de alimentos fuese un país, sería el tercero más contaminante en el mundo, al ser medido por sus emisiones de dióxido de carbono. Es por esto que resulta primordial que las industrias, las empresas y las personas seamos capaces de preguntarnos cómo, desde nuestras acciones cotidianas, podemos reducir nuestra huella en la Tierra”, puntualiza la ejecutiva de Cheaf. 

Cuatro consejos para ser una persona ‘zero waste’ o ‘desperdicio cero’

Para Elena López, muchos de los cambios que se requieren para lograr reducir nuestro impacto en el planeta, parten en la generación de una mayor conciencia en nuestros hábitos de compra y en la cocina. Por eso, la ejecutiva recomienda: 

  1. Planificar las compras y evitar la impulsividad. 

“Si somos capaces de conocer nuestra forma de consumir, también podremos planificar nuestras compras de tal manera que nunca tendremos que botar comida a la basura. Ser conscientes del consumo personal o del grupo familiar y planificados no sólo representa un impacto importante al medio ambiente, sino que también a la economía del hogar”.

2. Administrar siempre el exceso (sobre todo en alimentos).

“Por cierto que hay ocasiones donde se produce (en el caso de las personas con huertos propios), se compra o se cocina de más, pero es importante poder darle un uso a esos excesos y que no se conviertan inmediatamente en desecho. La comida al día siguiente es igual de rica y el exceso de frutas puede convertirse en un exquisito postre o mermelada. Lo importante es que siempre podamos evitar a toda costa que el alimento termine en la basura”.

3. Elegir empresas con políticas claras de sustentabilidad.

“Cada vez, existen más y mejores alternativas en el mercado. Por eso resulta clave que las personas comiencen a migrar hacia hábitos de consumo donde privilegien los productos de empresas con una política de sustentabilidad clara y honesta. Si bien es cierto, la información puede ser engañosa, las regulaciones están avanzando para prohibirlo, como es el caso de la normativa contra el greenwashing de la Unión Europea”.

4. Seleccionar los espacios de compra cuando sea posible. 

“En el plano alimenticio, en los últimos años han surgido una enorme cantidad de empresas que buscamos darle una nueva vida a los alimentos para que estos no terminen en los basurales. ¡Es importante que los ciudadanos las prefieran! Debemos preferir este tipo de compañías en todo ámbito de cosas: al hablar de moda, preferir marcas slow fashion; al hablar de artículos de aseo, preferir aquellos que ocupan elementos biodegradables, etc. Estos actos que parecen ser pequeños suman una reducción enorme cada año”.

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