Antofagasta se ha convertido en la primera ciudad chilena abastecida en un 100% por agua desalada, un hito significativo para una región —y un país— que enfrentan un creciente déficit hídrico. Esta situación nos impulsa a buscar nuevas fuentes que mejoren la disponibilidad de agua para el consumo humano, fomenten el desarrollo productivo y eleven el bienestar de las comunidades.
Si bien Antofagasta lidera este proceso, otras localidades costeras también se abastecen de agua desalada bajo el marco de la Ley de Caletas (Ley N° 21.027 de 2017). Chile tiene un gran potencial en esta materia. Sin embargo, aún es necesario que la ciudadanía asimile que el agua desalada es segura y adecuada para el consumo humano, y que existen capacidades técnicas para proveer esta solución de manera eficiente, ambientalmente responsable y a costos razonables, incluso en localidades más pequeñas.
En este contexto, la reciente 65ª Asamblea Anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), realizada en Chile, ofrece una oportunidad para reflexionar sobre los avances del país en desarrollo sostenible. Aunque la desalación no estuvo en el foco de la agenda, los temas tratados —como infraestructura resiliente, innovación, hidrógeno verde y equidad territorial— se alinean plenamente con los desafíos y oportunidades que implica la gestión del agua en un escenario de cambio climático.
Chile ha dado pasos firmes en posicionarse como un referente regional en soluciones sostenibles. La experiencia de Antofagasta no es un caso aislado, sino un ejemplo de cómo se puede combinar tecnología, visión territorial e inversión para responder a necesidades urgentes sin comprometer el medio ambiente.
Hoy más que nunca, necesitamos políticas públicas que aceleren estas transformaciones, articulen al mundo privado y garanticen acceso equitativo a recursos tan fundamentales como el agua.
Carlos Fredes García
Gerente de Desarrollo de Oneka Chile