Por Elisa Grube, gerente de Marketing de The Body Shop Chile.

Cada 20 de febrero, el mundo conmemora el Día Mundial de la Justicia Social, una oportunidad para reflexionar sobre las desigualdades persistentes y el rol que cada actor de la sociedad —incluidas las empresas— debe asumir en la construcción de un futuro más equitativo. El comercio debe ser una fuerza para el bien y la justicia social no es una aspiración, sino una responsabilidad compartida.

Vivimos en un sistema donde muchas comunidades productoras sufren condiciones de explotación, salarios indignos y falta de oportunidades. Por eso, es fundamental apostar por el comercio justo como herramienta de transformación social. Garantizar precios justos, condiciones laborales dignas y apoyo al desarrollo de comunidades en situación de vulnerabilidad es un paso clave para equilibrar las oportunidades y fomentar un crecimiento económico más inclusivo.

Pero la justicia social no solo se trata de transacciones económicas justas, es también activismo. Enfrentamos una crisis climática que golpea con mayor fuerza a quienes menos tienen y, a la vez, somos testigos de desigualdades de género, raciales y económicas que limitan el acceso a derechos básicos. Impulsar campañas globales para promover el cambio en temas como derechos humanos, igualdad de género y protección del medio ambiente es una necesidad inaplazable, porque el activismo tiene un impacto real en las políticas públicas y en la vida de las personas.

En el contexto actual, las empresas tienen un papel fundamental en la construcción de una sociedad más equitativa. La justicia social no debe limitarse a declaraciones optimistas, sino traducirse en medidas concretas. Es imprescindible adoptar modelos de negocio responsables, fomentar cadenas de producción éticas y atender las necesidades de las comunidades. No es solo una posibilidad, sino una necesidad impostergable.

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