Pamela Schwerter, gerente general de Grupo Ahona
Este 17 de mayo el mundo conmemora el Día Internacional del Reciclaje, efeméride establecida por la Unesco en 2005 con el fin de relevar la importancia de un manejo consciente de los residuos que diariamente produce la humanidad, junto con promover el desarrollo de políticas públicas que fomenten esta actividad.
Coincidentemente, ese día se cumplen 8 años desde la promulgación de la llamada Ley REP, que establece que los fabricantes y distribuidores son responsables de organizar y financiar la gestión de los desechos asociados a la comercialización de productos definidos como prioritarios, entre los que se cuenta baterías, neumáticos, aceites lubricantes y envases y embalajes, entre otros.
Se trata de un desafío de primer orden para nuestro país y el mundo. Sólo en Chile cada año se generan sobre 17 millones de toneladas de residuos sólidos. Frente a esta realidad, todos los actores sociales -en particular, el mundo empresarial- deben avanzar hacia modelos de producción y consumo basados en los lineamientos de la economía circular, apostando con fuerza por la reducción, reutilización y reciclaje de los residuos.
El sector salud debe asumir un rol activo. Si bien los desechos sanitarios no representan un gran volumen, merecen un tratamiento especial por su potencial peligrosidad e impacto en la salud de la población. En este sentido, la Ley REP constituye un hito para esta industria, pues la carencia de legislación resultaba en una acumulación descontrolada de residuos, lo que ponía en riesgo a los trabajadores y pacientes, afectando además al medio ambiente.
La implementación de este cuerpo legal ha significado un cambio de paradigma en la forma en que los laboratorios, hospitales y clínicas abordaban la gestión de sus desechos, especialmente plásticos, obligándolos a adaptar sus procedimientos internos. Así, para una adecuada aplicación de esta ley las empresas del sector han debido implementar distintos procesos interrelacionados, considerando, entre otras tareas, una precisa identificación de sus residuos, su separación desde el origen y la implementación de un sistema de almacenamiento temporal que posibilite una efectiva segregación, distinguiendo, por ejemplo, su grado de contaminación.
Además, las empresas deben preocuparse de la disposición final de sus desechos, priorizando su valorización y reciclaje. De esta forma, es posible extender el ciclo de vida de los productos, generando nuevos usos y funcionalidades, y reduciendo al mismo tiempo la necesidad de ocupar recursos y materias primas nuevas.
La educación y capacitación también son de suma importancia. Las empresas deben preocuparse de fomentar una cultura de responsabilidad ambiental dentro de sus equipos, contribuyendo, a su vez, a la concientización de los consumidores y la sociedad.
Como vemos, asumir de manera responsable la gestión de sus residuos es un camino lleno de retos para la industria de la salud. Sin embargo, se trata de una senda ineludible en el mundo actual. Las nuevas disposiciones legales y regulatorias, la mayor conciencia de la población y la creciente presión de los mercados, obligan a este sector a convertirse en un protagonista de esta verdadera cruzada de escala planetaria.
Equipo Prensa
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