Por Cristián Martínez, fundador de Crece Inmobiliario, Ingeniero Comercial, Magister en Administración de Empresas de IEDE y Master de Administración de Empresas en la Universidad de LLeida
El escenario económico no ha sido el más tranquilo. La inversión extranjera se ha tornado esquiva y el empresariado se enfrenta a un clima de incertidumbre. En medio de esto, la solicitud de liquidación del Fondo Toesca, uno de los gigantes en el mercado de bienes raíces, ha significado una bofetada que amenaza con seguir fracturando la confianza en el sector inmobiliario.
Con activos valorados en 215 millones de dólares, distribuidos en centros comerciales, bodegas, edificios de oficinas y residencias para adultos mayores, a lo largo del país, el fondo «Rentas Inmobiliarias» de Toesca ha decidido cerrar sus puertas, al declararse incapaz de generar los rendimientos esperados por sus inversionistas.
La decisión del fondo no es un hecho aislado, sino un reflejo de las complejidades que enfrenta el negocio inmobiliario en un entorno donde la construcción, industria que funciona como un barómetro de las economías de los países, se ha visto ralentizada. Las tensiones entre el gobierno y el empresariado, sumadas a la percepción de Chile como una plaza poco atractiva para la inversión, han creado un caldo de cultivo propicio para esto.
Si bien Toesca no desaparecerá por completo, su intención de crear un nuevo fondo alejado de las inversiones inmobiliarias, puede ser catalogado como un síntoma preocupante. La falta de acuerdo con algunos acreedores y la necesidad de devolver los recursos a un 5% de los inversionistas, han precipitado una estrechez de caja que amenaza la estabilidad del fondo.
Esta situación no solo impactará a Toesca, sino también a compañías de seguros, fondos de pensiones y otros actores del mercado que buscarán recuperar sus inversiones, lo que a su vez podría traducirse en mayores costos para los consumidores finales.
Sin embargo, sería un error ver esto como el presagio de un eventual colapso del sector inmobiliario. Esto se configura, más bien, como una llamada de atención sobre la fragilidad de un sistema que puede ser sacudido por la caída de uno de sus actores más prominentes.
Frente a esta coyuntura, se hace imperativo que políticos y empresarios abandonen las trincheras y entablen un diálogo constructivo. Asimismo, es necesario agilizar la llamada “permisología”, o procesos burocráticos que obstaculizan la inversión y el desarrollo de nuevos negocios.
Por su parte, los fondos privados deben asumir la responsabilidad de administrar de manera eficiente el capital de sus inversionistas, aprendiendo de los errores que han llevado a Toesca a este callejón sin salida.
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