Por Federico Antico, Doctor en Ciencia de los Materiales y académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez

Como cada 17 de mayo, UNESCO nos recuerda que conmemoramos el Día Internacional del Reciclaje, panorama al que Chile no queda ajeno en su ruta por un desarrollo sostenible. Muchos son los desafíos, pero sin duda el desecho de plásticos sigue siendo uno de los mayores. Según la OECD, en el mundo se está produciendo el doble de desechos plásticos que hace dos décadas, y la mayor parte termina en vertederos o se incinera, y solo el 9% se recicla con éxito. Hay un problema aún mayor que es la mala gestión de los plásticos, que hace que terminen dispersos en el medio ambiente, que para OECD a nivel global representa el 22% del plástico producido. Un ejemplo de esto son las 7 islas de plástico en los océanos, la mayor de ellas en el Pacífico.

El aumento de la población y los ingresos per cápita son proporcionales al consumo de plásticos a nivel global. La principal solución para reducir los desechos plásticos es frenar su uso, y esto debe partir desde el consumidor, quien tiene poder sobre lo que consume, y desde los fabricantes de productos que puede decidir utilizar materiales alternativos.

Las consecuencias de la contaminación plástica son múltiples y cuantiosas. Los plásticos que van a los mares y a los vertederos estarán mucho tiempo allí, intactos, antes de degradarse, ocupando espacio de tierra valioso que podría utilizarse para otros usos, contaminando los ecosistemas naturales en los cuales se encuentre por cientos de años, y afectando a la calidad de vida de los sectores donde estos desechos se disponen. La mejor herramienta para frenar la producción de basura es no generarla.

Para reducir el consumo de plásticos son necesarios marcos regulatorios que restrinjan o condicionen los patrones de consumo y que promuevan el reciclaje. También es importante un componente de educación civil, de modo que el productor mejore la identificación de los distintos tipos de plásticos y los clasifique adecuadamente para disponerlo en las rutas de reciclaje correspondiente.

Esfuerzos como la ley REP permiten a la industria revisar los materiales que utiliza en sus productos y buscar alternativas de valorización que desarrollen y promuevan la economía circular. De paso, este tipo de innovaciones generan oportunidades y desafíos para emprender, tanto desde la producción de envases y productos más eficientes con menos producción de descarte y residuos, como así también en la industria del reciclaje que debe dar respuesta a una demanda creciente. Los desafíos también tienen que ver con la educación ambiental de la ciudadanía necesaria para sostener y exigir la implementación de las leyes asociadas, para cambiar hábitos de consumo, y para contribuir al esquema propuesto de economía circular. 

Otro desafío en Chile es el desarrollo de la infraestructura necesaria para cumplir con las metas de valoración, y la aplicación de la ley en todo el país, considerando que tanto las industrias de envases como las industrias del reciclado están localizadas mayormente en la zona central. La economía circular requiere de la activación de diversos actores en el ecosistema (industria, Estado, academia y emprendedores), de políticas y normativas eficientes y de ciudadanos más empoderados y responsables.

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