En épocas de crisis, las dinámicas competitivas cambian. Algunos jugadores salen, otros entran, los precios van en caída, y surgen productos que representan una mejor combinación precio calidad, que sustituyen ofertas actuales.
La crisis social y económica, hace que la innovación disruptiva sea una estrategia mandatoria, y especialmente relevante en ambientes competitivos inciertos.
Parafraseando al Dr. Marc Sanso Mata, PhD en Gestión Estratégica, la innovación disruptiva se diferencia de la incremental en que la primera cambia la dinámica competitiva de la industria en la que participa, afectando radicalmente la forma de relacionarse de sus integrantes. Llegar a alterar de forma significativa los parámetros de competición de una industria no es fácil; requiere altos niveles de creatividad en la solución, y ejercitar mucho en pensamiento lateral para no pensar en la «forma tradicional de hacerlo».
La innovación disruptiva es cada vez más frecuente en los mercados; la industria low cost cambia la forma de competir en las industrias tradicionales de vuelos, los automóviles autónomos lo hacen también sobre la industria tradicional de automóviles e innumerables plataformas tecnológicas afectan las dinámicas competitivas de industrias como la bancaria, la de transporte, la de educación, entre otras.
Bajo el modelo de paradigma competitivo, planteado por Sanso, la disrupción genera cambios en distintos niveles: (i) en el modelo de negocios (alterando las fuentes de ingreso y egreso de un determinado negocio, y la forma en cómo se relacionan los actores de la industria), (ii) en el comportamiento del consumidor (ampliándose a nuevos mercados y alterando la ocasión de uso), y (iii) en la cadena de valor (cambiando la relación de poder entre los actores de la cadena, y el número de ellos). Lo anterior, suele traducirse en una redistribución de ingresos a nivel de industria, haciendo que actores determinados logren capturar mayores niveles de beneficios que en la dinámica tradicional.
Frente a esta ola de disrupción que ataca varios frentes e industrias no podemos estar indiferentes ni responder con estrategias incrementales, pues se trata de estrategias tan agresivas que rápidamente harán desaparecer el modelo tradicional, y por tanto, no podemos seguir haciendo lo mismo para sobrevivir.
La innovación disruptiva no está exenta de riesgos: es fácil caer en la sobrevaloración del producto mismo y sus atributos, y con ello, perder el rumbo en el camino. Es muy relevante comprender que diseñar estrategias disruptivas no está relacionado con diseñar productos diferenciadores; hoy en día con la globalización casi todos los productos se comoditizan y se vuelven fáciles de copiar. La verdadera estrategia disruptiva está en el modelo de negocio, y en desafiar los cánones establecidos de competición dentro de las industrias.
La sugerencia es clara; debemos estar alertas a las señales que nos envía el mercado y a los posibles cambios de dinámicas competitivas; ellas nos indican posibles disruptores, a los que hay que responder con esos mismos estándares de innovación.
Trinidad Beuchat
Director de Gestión
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