Investigadores implementaron modelo para mejorar rentabilidad social de los centros científicos

  • Destacado por la Iniciativa Científica Milenio, su propósito es fortalecer una gobernanza “autónoma y democrática”, potenciando aspectos como rendición de cuentas, divulgación y transferencia de conocimiento a políticas públicas.
  • “Modelo pretende estimular interacción entre científicos y sociedad”, señala el Dr. Pedro Maldonado, investigador del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica de la Universidad de Chile.
  • El proceso, que incluyó diálogos participativos de 130 investigadores de diversas disciplinas, se extendió por 18 meses y culminó con la elaboración de un artículo para políticas públicas que recoge la metodología para su implementación.

 

Un grupo de 130 investigadores del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI), de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, participaron en el desarrollo de un modelo para mejorar la rentabilidad social de los centros científicos de nuestro país, fortaleciendo aspectos como su capacidad de transferencia tecnológica, participación en el diseño de políticas públicas, rendición de cuentas y transparencia y diversidad, entre otros.

 

El propósito del instrumento es dinamizar la gobernanza al interior de las instituciones y contribuir a potenciar la interacción entre la sociedad y organizaciones dedicadas a la investigación de vanguardia en el país. El trabajo, que se extendió por 18 meses, culminó con la elaboración de un white paper que detalla la metodología para su implementación.

 

“Este modelo no pretende proponer una manera específica de aumentar la interacción entre sociedad y los científicos, sino que busca estimular que cada centro haga o pase por un período de reflexión para conectarse. Así como la ciencia es diversa, la manera de que cada grupo se conecta con la sociedad también lo es”, señaló el Dr. Pedro Maldonado, neurocientífico del BNI.

 

El reporte, “Participación fuerte como estrategia para el desarrollo de culturas científicas de excelencia en organizaciones de Investigación” es el resultado de un proceso basado en observaciones etnográficas en distintos laboratorios durante 2019 y 2020, focus groups y entrevistas con investigadores de pregrado, postgrado y principales de BNI.

 

El trabajo fue llevado a cabo por el Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI) en colaboración con el equipo del proyecto anillo SOC180039 sobre producción de conocimiento en Chile, y financiado por la Agencia Nacional de Investigación (ANID). Los autores destacan que el white paper entrega recomendaciones para mejorar aspectos relativos a la gobernanza y participación de los centros que son fundamentales para su vinculación con la sociedad.

 

En el desarrollo del modelo también formaron parte investigadores de las universidades Católica, Andrés Bello y Alberto Hurtado, además del Departamento de Neurociencia de la Facultad de Medicina de la U. de Chile. “No hemos desarrollado un recetario, sino un instrumento que aspira a fomentar que cada centro reflexione y busque sus propios espacios para contribuir a esa conexión”, añadió el Dr. Maldonado, uno de los investigadores principales de BNI, entidad que cumple diez años de trabajo como parte de la Iniciativa Científica Milenio.

 

Destacado por ANID

 

Aisén Etcheverry, directora nacional de ANID, valoró el aporte de este instrumento para la Agencia y todo el sistema científico. A su juicio, su materialización coincide con los esfuerzos para la promoción de una ciencia con diversidad de género, de territorio, con mirada inter y transdisciplinar, buscando, además, soluciones a los problemas de precarización de nuestro sector.

 

La líder de ANID subrayó que “herramientas como la desarrollada por BNI nos ayudan a profundizar en los incentivos y adaptar progresivamente nuestros instrumentos a las necesidades actuales del sistema de CTCI. Transitar hacia un sistema que valore, promueva y mida el impacto, la formación, la pertinencia y la diversidad, es un desafío para todos los actores del sistema de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación”.

 

“Avanzar en esa dirección requiere de un cambio cultural y de un esfuerzo compartido basado en una mirada de conjunto, de participación y transparencia. Requiere entender que el conocimiento es una responsabilidad de todos, que necesita ser financiado, utilizado y promovido, respondiendo no solo a la competencia y a una nota de 0 a 5, sino que también a las necesidades del país que todos construimos”.

 

En tanto, para la directora ejecutiva de la Iniciativa Científica Milenio, Nicole Ehrenfeld, se trata de un proceso que debe ser visto con interés por otras organizaciones que realizan investigaciones de frontera. “Es un buen ejercicio de cómo se puede crear difusión y divulgación científica integrada al quehacer de los investigadores. Su análisis y réplica en otros centros podría abrir las puertas para discusiones que aporten a los procesos internos, y con ello a mejorar la vinculación con otros actores”.

 

Para el Dr. Claudio Hetz, director del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica «Históricamente BNI ha sido clave en impulsar una discusión nacional sobre política científica, que incluyó el trabajo de  nuestro actual ministro CIT, decano y presidenta de la academia de ciencias. A través de un proceso participativo que duró un año y medio, hemos logrado levantar consensos que proponen un modelo para mejorar el impacto social de nuestros centros de excelencia. Esto refleja un compromiso de toda nuestra comunidad por mostrar el valor de la ciencia a la sociedad y mejorar los canales de comunicación».

 

Participación fuerte

El instrumento de “Participación Fuerte” -una metodología de cultura organizacional adaptada para este proceso– es una estrategia orientada a valorar, emplear y sistematizar la complejidad socio-cultural de las organizaciones. Su fin es fomentar procesos de innovación, cambio cultural y construcción dinámica de identidad institucional, y facilitar la transferencia a otros centros, explica la directora de Cultura y Comunicaciones de BNI, la Dra. Bernardita Cádiz.

 

“El sistema nacional de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación necesita promover una cultura científica de excelencia que ponga en valor la multidimensionalidad de la actividad científica y propicie la vinculación del conocimiento con la sociedad y el sector productivo”, subraya la Dra. Cádiz.

 

“Ampliar y diversificar la idea de excelencia requiere de instrumentos que promuevan la actividad científica. En este contexto, la Participación Fuerte contribuye a generar e institucionalizar una cultura científica de excelencia”.

 

Para el Dr. Pedro Maldonado, los investigadores chilenos deben reflexionar sobre el fortalecimiento de una cultura de excelencia debido a que la principal vía de financiamiento de estos centros es el Estado y los recursos públicos. “Se ha considerado por mucho tiempo que la publicación de trabajos científicos es el indicador más importante y ha habido un énfasis en el índice de impacto de las revistas donde ocurren esas publicaciones”, acota.

 

“Este modelo numérico está siendo cuestionado porque necesariamente un paper no se traduce en resultados que impacten a los ciudadanos. De hecho, se considera que otros aspectos relevantes de la actividad científica debieran trasladar estos beneficios a la comunidad. Cuando el país hace una inversión en ciencia se espera que produzca beneficios mucho más amplios para toda la sociedad”, afirmó el neurocientífico.

 

Los centros de excelencia han contribuido a posicionar a Chile en el cuarto lugar del ranking de productividad científica de países en nuestra región, de acuerdo al ranking SCIMAGO de 2021. Sin embargo, los autores del white paper exponen que la misión de estas entidades también radica en promover otros aspectos tales como extensión, servicios y formación, cuya consolidación dependen de una estructura organizacional “autónoma y democrática”.

 

La Dra. Cádiz precisa que, pese a los avances de los últimos 20 años en el país, el ecosistema científico chileno tiene una deuda en términos de excelencia, entendida como una mirada más diversa sobre los impactos de la comunidad científica a la sociedad: divulgación, transparencia y vinculación con empresa y tomadores de decisiones, entre otros aspectos. “El gran objetivo es contribuir a que el conocimiento se disperse a la sociedad y pueda ser utilizado en beneficio de los ciudadanos”.

 

Por ello, el documento desarrollado por BNI y el proyecto Anillo de ANID formula cuatro recomendaciones, entre ellas fomentar una cultura de excelencia multidimensional y propiciar la vinculación con la sociedad productiva; impulsar áreas de gestión organizacional; promover la integración de metodologías mixtas (cuantitativas y cualitativas); e implementar la participación fuerte como un modelo de desarrollo organizacional en los centros de investigación.

 

Rentabilidad social

 

Un estudio reciente encargado por los ministerios de Economía y Ciencias arrojó que la rentabilidad social de los institutos y núcleos Milenio –un programa iniciado a comienzos de este siglo y que supone una de las principales políticas públicas del país– ascendía a más de $2 mil 600 millones. Esta unidad de medida refiere el valor de los proyectos en función de su contribución a la sociedad.

 

“La rentabilidad social es una manera de evaluar el beneficio que reporta una institución no solo desde el punto de vista económico o de la investigación, sino el aporte que hace a toda la sociedad”, señala Juan Felipe Espinosa, investigador principal del proyecto Anillo y quien fue parte del proceso que derivó en la creación del modelo de cultura de excelencia de BNI.

 

Este enfoque ha ido ganando terreno entre las naciones con mayor potencial de investigación, organismos internacionales o bloques regionales. De acuerdo a la OCDE, por ejemplo, el concepto de excelencia científica ha variado en los últimos 20 años. Si antes se asociaba a los índices de publicación WOS o Scopus, en la actualidad, las crisis sociales, sanitarias y medioambientales, llevan este concepto hacia un contexto más complejo, amplio y de márgenes más difusos, añade el Dr. Espinosa.

 

“Si la actividad científica se diversifica, se pueden descubrir nuevas clases de productos que contribuyan al bienestar social de una comunidad. Bien aplicado, el instrumento de Participación Fuerte puede llegar a impactar en el largo plazo a niveles de generar mejores relaciones con sectores como el mundo productivo, startups, pymes u otros, o eventualmente el ámbito político, tanto a nivel territorial como de relaciones con los políticos que nos representan”.

 

El investigador del proyecto Anillo comenta que organizaciones de países como Alemania e Inglaterra están promoviendo nuevos modelos de vinculación con el Estado, la empresa, la academia y la ciudadanía, concretamente a nivel de transferencia, educación y políticas públicas. Y que, de hecho, a nivel de la Unión Europea se trabaja en nuevos modelos económicos y organizacionales para diversificar y actualizar el sentido social y cultural de la excelencia de sus centros de investigación.

 

“Podemos proyectar que este instrumento va a contribuir a conectar a la ciencia con otras esferas de la sociedad, más allá de las que tradicionalmente ha estado vinculada. Los centros de excelencia existen con fondos públicos, los impuestos de los chilenos, y son concursables. Tenemos grandes expectativas sobre ellos. Y no puede ser que si hay tanto en juego, no se asuma la responsabilidad de diversificar sus productos y aspirar a una cultura de excelencia multidimensional, no solo en investigación: asesoría, educación, organización o formación de redes”, culminó el Dr. Espinosa (Por: Luis Francisco Sandoval. Agencia Inés Llambías Comunicaciones).

 

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