En los últimos años, el mundo es testigo de una alarmante disminución de la biodiversidad. Nuestro país, reconocido a nivel mundial por sus ecosistemas, no escapa a ello. Cada vez más especies de nuestra flora y fauna se encuentran en peligro de desaparecer. Se estima que, de las 1.546 especies clasificadas en categoría de amenaza por el Ministerio de Medio Ambiente, 19 están extintas, 186 en peligro crítico, 445 en peligro y 330 vulnerables.
El año recién pasado, Chile actualizó la Estrategia Nacional de Biodiversidad; y recientemente se presentó el cuarto Informe del Estado del Medio Ambiente 2024, mostrando la preocupación por la biodiversidad. Pero ¿qué ocurre realmente? Y ¿cómo se relaciona con las tres grandes crisis que enfrentamos: el cambio climático, la pérdida de especies y la contaminación?
La extinción de especies está conectada con la crisis climática y contaminación. Y si bien cada cierto tiempo el planeta ha vivido extinciones masivas, hoy nos enfrentamos a una aceleración de estos procesos. El aumento de las temperaturas, la sequía y los fenómenos climáticos extremos, alteran los hábitats de muchas especies, llevándolas al borde de la desaparición. Además, la expansión de nuestras actividades puede destruir ecosistemas enteros.
Especies como el huemul, pudú, y ranita de Darwin enfrentan no solo la pérdida de sus hogares por la tala indiscriminada de los bosques, sino también por la contaminación del agua y del suelo, la presencia de perros asilvestrados y la falta de pasos en las carreteras. Además, debemos sumar las parcelaciones y los incendios forestales que afectan nuestras plantas nativas como la araucaria, el roble o la palma chilena. Este círculo letal -alimentado por nuestras acciones-, amenaza con romper el equilibrio de la vida en el mundo.
La contaminación también afecta a nuestra salud. microplásticos en el mar, pesticidas en los cultivos y gases tóxicos en el aire no solo destruyen ecosistemas, sino que también nos exponen a enfermedades.
Sin embargo, también hay esperanza. La mayoría de nosotros conoce alguna iniciativa que busca el cuidado del medio ambiente, desde sitios donde reciclar, campañas de sensibilización, reforestación o cursos de compost, entre otras acciones.
Frente a esta triple crisis, la acción individual y colectiva es crucial. Desde pequeñas decisiones, como consumir productos locales, reduciendo nuestra huella de carbono (al no tener estos que viajar grandes distancias para venderse y consumirse) hasta exigir políticas públicas más ambiciosas para la conservación, tenemos un papel que jugar. Es vital cambiar nuestra relación con la naturaleza, reconociendo que su salud está profundamente ligada a la nuestra.
La extinción de especies no es solo un problema ambiental; es un síntoma de un sistema global que necesita cambiar. Proteger nuestra flora y fauna no es un lujo, es una necesidad que se hace cada vez más evidente.
Adriana Bastías Académica Universidad Autónoma.
Equipo Prensa
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