Por Denis Tassitano
Vicepresidente de SAP Concur para la Región Sur de América Latina
La disponibilidad pública del ChatGPT abrió una nueva ventana a la reflexión sobre la relación entre las máquinas y las personas. Pero lo cierto es que este vínculo es antiguo. En el presente, mejora los negocios, abre oportunidades de crecimiento y nos ayuda a vivir mejor.
La pasión de la humanidad por crear mecanismos que tengan “vida” propia dejó sus primeros rastros en el antiguo Egipto. Algunas evidencias nos hablan de que allí se crearon los primeros autómatas de la historia. Lejos de extinguirse, llega a nuestros días con nuevos intentos y grandes avances.
Y no sólo hubo cambios en las técnicas y en las formas de querer concretar la existencia de estas máquinas vivientes, sino también en la finalidad para la cual las personas las crean, diseñan y desarrollan. De todos modos, la versión de ciencia ficción donde las computadoras piensan como las personas, todavía no es una realidad.
Entonces, ¿qué ha cambiado desde la antigüedad hasta hoy? Por lo pronto, se disiparon algunas dudas y la comprensión de las personas sobre las posibilidades que la tecnología y la inteligencia artificial pueden hacer por la humanidad pasó del rechazo y el temor hacia una mirada que valora la productividad, la simplificación y la posibilidad de dedicarnos a realizar tareas de mayor valor frente a la lista de aquellas que son repetitivas y que, al final del día, suman poco.
Este cambio de mentalidad es reciente. ¿Qué ha provocado un cambio tan drástico en tan poco tiempo? La respuesta tentadora es el COVID-19. Los desafíos de una pandemia mundial obligaron a las compañías a adaptarse rápidamente. De pronto, una gran parte de la fuerza laboral comenzó a trabajar desde casa y la digitalización se convirtió en la máxima prioridad. Según The Economist Group, “el 86% de los ejecutivos afirman que la pandemia ha obligado a sus organizaciones a estar más abiertas a la experimentación y a los cambios rápidos en la estrategia”. Pero lo cierto es que la pandemia solo aceleró lo que ya se gestaba en las organizaciones.
Por ejemplo, la tendencia hacia la globalización y la necesidad de ampliar los negocios en un ambiente regulatorio complejo no es nueva. Mantener las políticas actualizadas y en cumplimiento con las regulaciones de un país puede ser un trabajo de tiempo completo. Sin embargo, conforme las organizaciones hacen negocios más allá de las fronteras, esta tarea se vuelve más compleja. Según un análisis realizado en 2021 por Deloitte, existen 220 revisiones regulatorias en todo el mundo cada día. El trabajo de cumplir es complejo. Además, el costo por incumplimiento es alto en términos de multas o dinero que se desaprovecha cuando las organizaciones pagan impuestos que tienen derecho a reclamar.
Los trastornos económicos importantes también crean un incentivo para que las organizaciones reconsideren la manera en cómo hacen sus negocios. En la búsqueda de organizaciones más ágiles, los líderes quieren aprovechar la analítica predictiva que se basa en la gestión de grandes cantidades de datos. IDC estima que la generación anual de datos digitales en 2020 fue de aproximadamente 64 zettabytes (ZB) de datos y que experimentará un crecimiento anual compuesto (CAGR) de 23% durante el periodo de pronóstico de 2020 a 2025. Además de sonar como un número ridículo e inventado, cada zettabyte es el equivalente a un billón de gigabytes. ¿Sigue siendo abstracto? Para hacerlo un poco más concreto, podemos intentar imaginar todos los datos que fluyen de cada computadora, dispositivo móvil y sensor de máquina en el mundo cada año.
Quizás el factor más crucial que impulsa la necesidad de tecnologías inteligentes en la actualidad es crear mejores experiencias para los empleados. Nuestras expectativas sobre la productividad solo aumentarán. Al mismo tiempo, vivimos el período más estresante y lleno de ansiedad de la historia reciente. Tenemos que brindar a las personas las herramientas que faciliten todo lo que les pedimos que hagan mientras que fomentamos un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal. Según Forrester Research, en un plazo de dos años el 80% de las estrategias de Recursos Humanos de las organizaciones se centrarán en la experiencia de los empleados como una prioridad máxima.
Específicamente, tecnologías como la inteligencia artificial y machine learning son herramientas muy útiles para los equipos de TI, finanzas, cuentas por pagar, seguridad y gerentes de viajes, al permitirles optimizar los procesos y liberar a las personas de tareas manuales y repetitivas. De hecho, algunas áreas donde la inteligencia artificial está colaborando con muy buenos resultados son, por ejemplo, la mitigación de riesgos y cumplimiento en el gasto de los empleados, las auditorías y la gestión de impuestos.
Quizás por estas razones, además de otras más cercanas a nuestra vida personal, es que hemos invitado a los robots, ahora materializados en algoritmos y líneas de código que no vemos, pero usamos, a que formen parte de nuestra vida. Son una parte muy bienvenida de nuestro día a día y a menudo los damos por sentado. ¿Cuándo fue la última vez que desdobló un mapa de la guantera, organizó el cambiador de discos compactos en la cajuela de su automóvil, abrió una enciclopedia o pasó el pulgar por una agenda telefónica? Incluso la función de chat en los sitios web de sus compañías de servicios públicos suele comenzar con un bot de inteligencia artificial que después dirige su pregunta sin problemas al humano del centro de llamadas correcto.
Lo cierto es que la Inteligencia Artificial y la automatización han creado más de 58 millones de nuevos empleos en el mundo y, con su avance, aparecerán nuevas oportunidades laborales. Y mientras los nuevos robots se ocupan de lo operativo, las personas podemos dedicarnos a agregar más valor, pensar y crear.
En este sentido, la inteligencia artificial hace que los humanos seamos más humanos al permitirnos hacer cosas en las que realmente importan.
Equipo Prensa
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