La consultora hizo un catastro para identificar los retos y oportunidades del ámbito financiero sostenible en el país. También detectó los pasos concretos que se realizan en torno a este fin, tales como medición y divulgación de emisiones, desarrollo de productos y servicios verdes y gestión de activos con criterios ligados a la sostenibilidad.

 

El cambio climático es un componente muy relevante dentro de las decisiones que afectan actualmente al sector financiero. Los eventos climáticos extremos y los impactos de la crisis ambiental a largo plazo pueden verse reflejados en la solvencia, liquidez y rentabilidad de las empresas, afectando directamente el equilibrio del sistema financiero mientras que por otra parte, la transición hacia una economía baja en carbono también presenta una gran oportunidad para el desarrollo de nuevos productos y servicios financieros sostenibles.

 

Así lo concluyen en Manuia, empresa de consultoría estratégica en sostenibilidad basada en Chile y con alcance global que asesora a grandes empresas y organizaciones en sus desafíos, combinando las necesidades de las organizaciones de gestionar y entender sus impactos con las tendencias, metodologías y herramientas para gestionarlos de forma efectiva.

 

Manuia realizó un catastro para identificar los desafíos y oportunidades que enfrenta el sector financiero. Según explica María de la Paz Irarrázaval, country manager y socia en Manuia, “la industria tiene un rol preponderante en el desafío de descarbonización, movilizando capital hacia soluciones que van resolviendo desafíos socioambientales y que a la vez otorgan oportunidades rentables, lo que se traduce en el aumento de oferta de productos financieros con apellido “sostenibles” a nivel nacional e internacional. Eso sí, y sobre todo ante el ambiente “dispar” y “turbulento” que ha existido los últimos meses a nivel geopolítico global en esta industria, esto supone mantener la convicción y claridad de la oportunidad que implica estar en este camino y del riesgo que implica no estarlo, sumado a la importancia de estar a la vanguardia, medir y accionar los compromisos adquiridos, tener una gobernanza apropiada que acompañe, habilite y permita estar en cumplimiento de las exigencias”, advierte.

 

En este contexto, según Manuia los principales retos pendientes de sostenibilidad para las instituciones financieras son:

 

1. Integración de riesgos climáticos en la gestión de riesgos

Esto incluye incorporar en la evaluación de los créditos, las inversiones y la suscripción de seguros una medición de impactos climáticos desde la organización hacia el ecosistema y viceversa e idealmente cuantificarlos financieramente. Esto se ve reflejado en la adhesión de la norma nacional a  las normas NIIF S1 y S2, nuevos requisitos de divulgación emitidos por la junta ISSB (International Sustainability Standards Board) de la IFRS (International Financial Reporting Standard), que han sido adoptados por la norma NCG 519 (ex 491). “Los resultados de diversos estudios demuestran que las empresas e industrias con mayores emisiones de carbono enfrentan costos más altos para endeudarse y recaudar dinero. Sin embargo, aquellas que siguen las directrices y comparten abiertamente información relacionada con el clima, impactos socioambientales o que directamente financian soluciones sostenibles pueden verse beneficiadas con menores costos de capital”, explica Catalina Rojas, consultora senior en Manuia y experta en finanzas sostenibles.

 

2. Financiamiento de la economía verde

El sector financiero juega un papel crucial en la canalización de inversiones hacia proyectos y actividades sostenibles, impulsando la descarbonización de la economía. Según el reporte “Investing in the green economy”, la capitalización de mercado de la economía verde mundial alcanzó los 7,2 billones de dólares en el primer trimestre de 2024, siendo el sector tecnológico el más representativo. Sin embargo, aún hay pendientes: alrededor del 50% de los family offices afirman que es probable que inviertan en tecnología verde y “a pesar de que las economías parecen estabilizarse, existe preocupación por una serie de riesgos de inversión. La geopolítica es la principal inquietud junto a la preocupación acerca de la factibilidad de ejecutar proyectos de largo plazo y los permisos necesarios. Sin embargo, prevalece “la oportunidad financiera que ha significado y que continuará, el ser parte del mercado de tecnologías de descarbonización, que ha crecido de forma exponencial. En estos mercados crecientes, si no se está en el momento correcto en el sector correcto y si no se tiene la determinación necesaria para dirigir el negocio en esa dirección, se podría quedar fuera del juego”.

 

3. Transición justa

La transición hacia una economía baja en carbono no es una función objetivo univariable, sino que debe considerar impactos sociales y económicos que pueda tener en diferentes sectores y grupos de la población. Este proceso significará un enorme desafío para algunas industrias presentes en las carteras de los bancos, ya que los impactos del cambio climático afectan de diferente manera las distintas regiones y sectores. Sin una gestión activa de sus carteras, apropiado monitoreo y oferta de productos financieros acordes a la transición, los bancos se enfrentan a un camino más difícil de lo previsto para alcanzar sus objetivos. GFANZ estima que se necesitarán aproximadamente entre 2 y 5 billones de dólares de financiamiento incremental anual hasta 2040 para apoyar una transición exitosa.

 

4. Acceso limitado a información climática confiable y granular

Las instituciones financieras a menudo carecen de datos precisos y completos sobre las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y los riesgos climáticos asociados a sus clientes y carteras de inversión, ya que muchos de éstos, sobre todo los más pequeños, aún no las reportan o enfrentan dificultades para financiar dichas mediciones con la granularidad y calidad de data necesaria. Esto dificulta la toma de decisiones informadas sobre la financiación de proyectos sostenibles y el monitoreo correcto de sus emisiones financiadas y por lo tanto de los riesgos asociados. “La baja calidad o inexistencia de datos puede llevar a las instituciones financieras a establecer objetivos de reducción de emisiones y modelos de riesgos basados en estimaciones con un importante nivel de incertidumbre. Además, a medida que la calidad de los datos mejora con el tiempo y se refinan las metodologías como el estándar PCAF, es posible que las mediciones iniciales de emisiones financiadas varíen. Lejos de ser un obstáculo en sí, este proceso permite a las instituciones desarrollar capacidades internas cada vez más sofisticadas, fortaleciendo su capacidad para tomar decisiones de financiamiento más precisas y alineadas con una transición climática efectiva.”

 

5. Desafío de gestión de la información climática

Muchas empresas aún no cuentan con sistemas adecuados para medir, gestionar y reportar sus emisiones de gases de efecto invernadero y sus planes de acción climática, lo que limita la disponibilidad de datos confiables, junto a la canalización y organización de dicha información dentro de las instituciones financieras, lo que se va fortaleciendo con el tiempo, pero requiere de un relacionamiento cercano a la cartera de clientes, habilitando y capacitando interna y externamente en el proceso.

 

6. Necesidad de formación especializada en cambio climático y finanzas sostenibles

Los profesionales del sector financiero requieren capacitación especializada para comprender los riesgos y oportunidades del cambio climático, las metodologías de evaluación de riesgos climáticos, los principios de inversión sostenible, la reportería necesaria y las herramientas disponibles para la gestión de las emisiones financiadas. Esto es necesario a todo nivel y acorde a las funciones que cada área cumple en la descarbonización y monitoreo de riesgos, tanto para áreas de productos como para áreas comerciales, de estrategia, economía, riesgos, legal, nuevos negocios, personas, etc.

 

7. Falta de cultura interna de sostenibilidad

Es fundamental fomentar una cultura empresarial que valore la sostenibilidad y la integre en todos los aspectos de la toma de decisiones y las operaciones. Esto requiere liderazgo sólido, comunicación efectiva, gobernanza sólida y programas de sensibilización para todos los empleados.

 

Considerando lo anterior,  Irarrázaval afirma que el sector financiero chileno está dando pasos concretos hacia la sostenibilidad, poniendo énfasis en áreas claves como: medición, divulgación y gestión de emisiones, desarrollo de productos y servicios verdes y climáticos, monitoreando riesgos y gestión de activos con criterios ESG.

 

Cada vez más instituciones están midiendo y divulgando sus emisiones de gases de efecto invernadero, incluyendo las financiadas, lo que mejora la transparencia y permite estrategias más efectivas de descarbonización. Al mismo tiempo, ha crecido la oferta de productos financieros sostenibles, como bonos y préstamos verdes, seguros climáticos y financiamiento vinculado a la sostenibilidad, canalizando recursos hacia proyectos alineados con la transición baja en carbono.

Sin embargo, Irarrázaval enfatiza que el verdadero reto es integrar estos instrumentos en la toma de decisiones. “Las instituciones están fortaleciendo sus metodologías para evaluar el impacto real de sus inversiones, desarrollando scorecards y taxonomías internas más robustas. Esto requiere un enfoque colaborativo e innovación constante, aprendiendo de casos internacionales y ajustando estrategias de forma ágil”.

 

Sobre Manuia

 

En los cuatro años en que Manuia lleva presente en el mercado, su rango de acción ha tenido un fuerte trabajo en asesorías a instituciones financieras, ofreciendo una gama de servicios, desde el cálculo de emisiones financiadas, análisis de riesgo climático y brechas, estrategia y planes sectoriales de descarbonización de cartera, establecimiento de metas y objetivos de descarbonización, gobernanza e implementación, etc., con un conocimiento profundo de la realidad global y de los desafíos que cada organización tiene.

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