Se trata de personas comunes y corrientes. Llevan vidas aparentemente normales con exigencias familiares, plazos laborales y actividades de ocio. Son curiosos y quieren aprender constantemente. 

Insertos en un universo propio y heterogéneo, son colaboradores, investigadores innatos, innovadores y oportunistas. Y aunque no existe un perfil definido, si está claro que sus motivaciones van más allá de obtener dinero. 

Desde el contexto digital anónimo y sin rastros, van produciendo sus delitos mediante habilidades y herramientas tecnológicas que les permiten escalar en sofisticación y efectividad. Además de rasgos psicológicos narcisistas, introvertidos y una personalidad analítica, comparten la necesidad innata de resolver acertijos: quieren ser los primeros en hacer cosas que otros no han podido.

Es decir, cuánto más difícil sea, más emocionante es la idea de descifrar o vulnerar. En otras palabras, no les basta con tener millones de dólares, sino que van por más. Por lo que el motivo, en muchos casos no es solo el dinero, sino que la codicia. 

Walter Montenegro, gerente regional de ciberseguridad en Cisco.

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