Desde hace siglos que el hombre ha tenido la necesidad de darle valor a las cosas, tanto como para poder intercambiarlas, así como también venderlas o comprarlas, por lo que podemos afirmar que, desde los tiempos primitivos, hemos estado en presencia de la evolución de sistemas que nos permitieran facilitar este proceso.

Lo primero que surgió como manera de obtener alimentos y otras cosas fue el trueque, pero poco a poco fue cambiando, ya que se hacía difícil, sobre todo, porque ambas partes debían estar interesadas en los productos intercambiados. Además, debían llegar a un acuerdo en cuanto al valor que tenían dichos objetos para que el cambio fuera equitativo, porque el trueque significaba un cambio subjetivo.

En las primeras civilizaciones americanas ya se cuestionaban esto y llegaron a utilizar semillas de cacao como monedas, y en el mundo también nacen las primeras monedas en la actual Turquía, en la zona de Lidia, en el siglo VII a. de C., de la idea del rey Argos.

El gran problema que tuvieron que sortear fueron los materiales utilizados para elaborarlas, ya que al ser de oro y plata, su gran problema era el peso, que de hecho era el que determinaba su valor, pero que luego fue evolucionando al papel moneda o directamente conocidos como los billetes.

Su evolución hace que el poder político tomara el control de este y, desde el siglo XIX, el sistema monetario que imperó fue el patrón oro, por el cual el valor de una unidad monetaria se fijaba a partir de una cantidad concreta de este metal.

Desde ese momento no hubo grandes diferencias hasta que, en 1944, por los acuerdos de Bretton Woods, el sistema monetario cambió con la aparición de dos nuevos protagonistas: el dólar y el oro.

En dicho momento se estableció la convertibilidad de la divisa estadounidense con el oro a razón de 35 dólares por 1 onza de oro, y del resto de divisas con el dólar. Sin embargo, en 1971, el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, estableció el fin del patrón oro, iniciándose así la fluctuación de las divisas, por lo que desde ahí utilizamos un sistema fiduciario en el que el dinero no tiene un valor intrínseco y está controlado y emitido por los bancos centrales de cada país.

Hoy en día podríamos concluir que el dinero es un medio de cambio a través del cual adquirimos bienes y servicios. Básicamente podemos decir que esto corresponde a una deuda que tiene la sociedad con quien cuenta con ese dinero. Esto quiere decir que, si tienes mil pesos, quiere decir que en el pasado hiciste algo que te hizo merecedor de esa suma de dinero, y la sociedad se compromete legalmente a devolvértelo por algo que ella produce.

El dinero no tiene valor subyacente o intrínseco, y es ahí que podríamos decir que las Criptomonedas, como el Bitcoin, Etherium u otras, son una forma de dinero que tiene cualidades únicas y mucho más descentralizadas, actualizadas, y sobre todo seguras y adaptadas a un futuro cien por ciento digital.

Por todo esto es que existe tanto temor en la política mundial, donde lo que sí tenemos claro es que, mediante este tipo de activos, se pierde poder político, razón por la cual podemos entender la resistencia de que se conviertan en la moneda de cambio del futuro.

Sea como sea, lo que sí es una realidad, es que llegaron para quedarse.

 

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