• La empresa Be Energy toma estructuras en desuso para diseñar soluciones de iluminación, televigilancia y comunicación, que ahorran al año $10 millones y 173 litros de petróleo.

 

  • Han reciclado más de 200 kilos de fierro en buen estado para la construcción de sistemas de energía renovable y evitar la emisión de 165 toneladas de gases de efecto invernadero.

 

La startup chilena Be Energy dio vida útil a dos toneladas de chatarra de cementerios industriales para la construcción de sistemas de energía renovable.

 

Entre el material reciclado se cuentan más de 200 kilos de fierro, que se utilizaron para la fabricación de torres fotovoltaicas móviles, evitando el uso de combustibles fósiles y la emisión de 165 toneladas de monóxido de carbono (Co2) a la atmósfera.

 

Se trata de viejas máquinas a diésel, deterioradas o en desuso, que se utilizaban para comunicación, vigilancia e iluminación de faenas, de la que además se lograron extraer piezas en buen estado para dispositivos de menor impacto ambiental.

 

El proyecto, que partió en noviembre de 2020 como una solución temporal ante el retraso en las cadenas de suministro de repuestos, les permitió abrir una nueva línea de negocios y sellar acuerdos con grandes empresas del rubro minero, de la construcción y la agricultura, según comenta su gerente general, Gonzalo Vidiella.

 

“Nos empezamos a quedar sin los principales materiales para nuestros procesos debido a las demoras de importación: chasis, ejes y mástiles para las torres solares para vigilancia, comunicación e iluminación. Básicamente, en respuesta a ese problema, comenzamos a mirar estas estructuras deterioradas o en desuso, y que aún tenían parte que podían recuperarse para construir las nuestras”.

 

Cada una de las plataformas solares diseñadas por Be Energy logra ahorrar hasta $10 millones al año en costos asociados a combustible y mantenimiento, y evitar el uso de 173 litros de combustible en el mismo período. A diferencia de las torres a diésel, una torre fotovoltaica tiene hasta tres veces su vida útil, y de hecho su estructura tiene garantía de por vida. Otros componentes de los circuitos tienen resguardo por entre 5 y 15 años.

 

Hay vida más allá del diésel

 

Desde noviembre del año pasado, cuando partieron con la propuesta, han logrado construir diez plataformas, y proyectan sumar otras 24 de acá a fines de 2022. Vidiella destaca que la respuesta de las empresas –en su mayoría, corporaciones de la gran minería nacional– fue muy positiva, ya que la idea les permite dar una segunda vida a sus cementerios industriales y disminuir su huella de carbono.

 

“Muchas de estas empresas, principalmente en el norte del país, tienen verdaderos cementerios de máquinas en sus faenas. Lo que hacemos, con los principios de la economía circular y en busca de contribuir al carbono neutralidad del país en las próximas décadas, es sacarles el motor y todas las piezas aún útiles, reacondicionarlas y transformarlas en una unidad fotovoltaica, que regresa a manos del mismo cliente”, afirma el ejecutivo de Be Energy.

 

El proceso de recuperación contempla varias etapas. Parte con el retiro de las maquinarias de las faenas y continúa con la revisión de las mismas en la fábrica de la startup, en la Región Metropolitana. Se trata de una verdadera “cirugía” para evaluar qué parte aún son útiles y si es posible mantener las estructuras o requieren de un rediseño. “Lo que hacemos es casi destriparlas, retirar todo lo que tiene que ver con la combustión interna, los estanques, cables, conductos y filtros, manteniendo todo lo que es fierro”, añade.

 

Con todos los “órganos” de las máquinas ya retirados y clasificados, se decide cuáles pueden tener alguna utilidad. La estructura principal, de fierro, es limpiada en profundidad y luego se empiezan a montar, soldar y eventualmente reparar todas las piezas (algunas nuevas y las que pudieron mantenerse de las originales, como los ejes y chasis).

 

Finalmente, la mano de obra final: galvanizado, pintado (la misma que se usa para barcos) e instalación de accesorios de seguridad (como el cortacorriente, cuñas o las barras Cooper).

 

“Uno de los últimos pasos es el montaje de la tecnología fotovoltaica: el banco de batería, las se arma el tablero eléctrico, panel solar y luego, dependiendo de su uso, luminarias, cámaras de vigilancia o antenas de comunicación. Hoy, por ejemplo, estamos trabajando con dos máquinas de tecnología alemana, que podrían reacondicionarse, aunque ya ni siquiera llegan a Chile. El proceso total, desde el retiro a la instalación de la nueva estructura, toma en promedio cerca de 30 días”, resume el ingeniero.

 

Hacia la carbono-neutralidad

 

Algunas de las corporaciones con las que están colaborando para dar un nuevo uso a sus maquinarias industriales son Antofagasta Minerals, SQM, el Grupo Acciona y la constructora Echeverría Izquierdo, entre otras. Además, el distribuidor oficial de Be Energy es la compañía proveedora de equipos industriales Beka, perteneciente al Grupo EMIN.

 

Gonzalo Vidiella cree que políticas públicas como la nueva Ley Marco de Cambio Climático podría incrementar el interés por avanzar en soluciones innovadoras para el suministro energético en diversas industrias. Cada una de las máquinas sacadas de circulación emite más de 20 mil 500 kilos de Co2 al año (los acuerdos con las empresas consideran el retiro, transporte y bodegaje de estas torres en desuso o deterioradas).

 

“Queremos sumarnos a los esfuerzos que el país está haciendo para conseguir la carbono neutralidad, y consolidarnos como un aliado para que empresas cumplan con este propósito. Chile tiene un enorme potencial para esto, pues somos líderes en reservas de recursos como el cobre y el litio, y además uno de los que mayor potencial de generación de energía solar tiene. Las compañías con las que estamos trabajando lo perciben como un desafío muy motivante, y están invirtiendo con entusiasmo en nuestra idea”, concluye.

 

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