Por Manuel Farías, Director de Educación Técnica y Trayectorias Formativo Laborales de Fundación Chile.

El reciente caso vivido en la Siderúrgica Huachipato puso en el debate la interrogante: ¿estamos preparados para reinsertar laboralmente a miles de trabajadores? 

Ninguna industria está exenta de crisis, transformaciones económicas, tecnológicas, regulatorias, medioambientales, entre otras.  Vivimos en un mundo dinámico y en cambio constante, donde los principales impactos para el mundo del trabajo provienen de la transformación digital y la industria 4.0, de la crisis climática y el aumento de la población, que acarrea consigo crisis alimentarias, congestión vehicular y gestión de residuos, entre otros desafíos. Todo esto no puede estar desconectado de la construcción de relaciones laborales justas y equilibradas, que nos preparen para esta transición, a fin de no dejar a nadie afuera debido a la falta de oportunidades o recursos para prepararse adecuadamente.

El Foro Económico Mundial estima que para el año 2025, el 50% de los trabajadores y trabajadoras en todo el mundo necesitarán mejorar y/o adquirir nuevas habilidades para mantenerse vigentes en un escenario laboral cada vez más desafiante. Esta cifra subraya la urgencia de invertir en reskilling y upskilling, dos tendencias cruciales que están definiendo el nuevo panorama laboral.

Aunque estos conceptos comparten la premisa de equipar a las personas con las habilidades necesarias para enfrentar los desafíos del mundo laboral actual y futuro, su diferencia reside en el enfoque de la formación. Mientras que el upskilling se enfoca en desarrollar nuevas habilidades o mejorar las existentes para mantenerse vigentes en un mercado laboral cada vez más competitivo, el reskilling busca desarrollar habilidades completamente nuevas para desempeñarse en roles diferentes o emergentes.

En un contexto donde la innovación y la adaptabilidad son cruciales, el aprendizaje a lo largo de la vida se convierte en una herramienta indispensable. La capacidad de innovar o adoptar nuevos procesos requiere un compromiso constante con el aprendizaje, que va más allá de cualquier etapa específica de la carrera profesional. Este enfoque no solo fomenta la flexibilidad y adaptabilidad, sino que también capacita a la fuerza laboral para adaptarse y evolucionar de manera constante, enfrentando así los cambios laborales de manera efectiva y generar oportunidades de empleo satisfactorias.

Este compromiso con el aprendizaje a lo largo de la vida no solo fortalece a las personas, sino que también enriquece una sociedad más dinámica y resiliente. Para ello, se requiere del compromiso no sólo de estos últimos, sino también de la comprensión, la capacidad de innovación y, sobre todo, el compromiso de las empresas y del propio Estado en avanzar hacia una agenda común de transición justa.

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