Por Manuel Farías Vigueras, Director de Educación Técnica y Trayectorias Formativo Laborales, Fundación Chile.

El año 2024 llega con nuevos aires para el movimiento cooperativo y la economía social en Chile. Con hitos significativos como el aumento de cooperativas activas y la puesta en marcha de lo que será el Instituto Nacional de Asociatividad y Cooperativismo (INAC), estamos ante pasos cruciales para su fomento y apoyo en las próximas décadas. Hoy, al celebrar a los profesionales de la economía social en Latinoamérica, es momento de reflexionar sobre el camino recorrido y los desafíos que aún enfrentamos. 

Chile ha sido testigo de un crecimiento de un 11,2% de las cooperativas en el último año según datos recientes del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DAES) del Ministerio de Economía, reflejando un creciente interés por este modelo. Destaca que el 78% de las cooperativas del país están fuera de la Región Metropolitana, demostrando el compromiso de las comunidades locales con un modelo económico inclusivo y democrático. Sin embargo, estos números no cuentan toda la historia. A pesar de este crecimiento, la base societaria ha disminuido ligeramente, destacando la necesidad de mejorar la retención de socios y promover la incorporación de nuevas generaciones. Aunque es alentador ver un aumento en la participación femenina, con un 50,6% de mujeres registradas como socias de cooperativas, esta equidad no se refleja en los directorios y consejos, donde los hombres ocupan la mayoría de los cargos directivos.

Para impulsar aún más la economía social en Chile, es crucial abordar las brechas de género y buscar una representación más equitativa en los órganos de toma de decisiones. Esto es esencial no solo por justicia social, sino también para promover la diversidad de perspectivas y asegurar la efectividad y sostenibilidad a largo plazo de estas organizaciones. 

Esta realidad se suma a otros desafíos que el mundo cooperativo y de la economía social deben abordar. Nos referimos a la transición socio ecológica, relacionada con la crisis climática y la necesidad de centrarse en la eficiencia energética, la economía circular y la eficiencia hídrica para un desarrollo más sostenible y humano. Además, está la transición hacia los desafíos digitales y la industria 4.0, lo que supone no solo la incorporación de tecnología sino la generación de capacidades en las organizaciones cooperativas para incorporarse a servicios y desarrollo de productos más complejos, muchas veces requeridos por sectores de mayor tamaño, como la minería, la energía o el retail.

Hace 40 años, el Colegio de Graduados en Cooperativismo y Mutualismo de Argentina publicó un manual sobre Balance Social Cooperativo. Hoy en día, muchas cooperativas en América Latina y el mundo utilizan este balance como una herramienta crucial para la toma de decisiones, alineando los principios cooperativos con el propósito y desempeño de la empresa social. Esto abre una oportunidad en la que el INAC podría desempeñar un papel fundamental al promover y capacitar en su aplicación. Estamos convencidos que sería una contribución significativa para mejorar la gestión y la toma de decisiones, así como aumentar la conciencia sobre el rol de estas entidades en la construcción de una nueva economía y en un mejor modelo de desarrollo.

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