Por Julissa Santis, Gerente Programa Tecnológico TT Green Foods, ejecutado por CREAS.
En el siglo XXI, el cambio climático ha tomado su lugar como una de las mayores amenazas que enfrenta la agroindustria, una encrucijada que nos exige una reflexión profunda, pues los estragos causados por el calentamiento global son innegables y, lamentablemente, este sector se encuentra en el ojo de la tormenta como uno de los principales protagonistas y víctimas de tal fenómeno.

Hemos visto que el cambio climático se manifiesta a través de eventos extremos, sequías prolongadas, inundaciones devastadoras y un aumento constante de las temperaturas. Estos factores ponen en riesgo la estabilidad de la producción agrícola a nivel global, lo que se traduce en una disminución de la productividad de los cultivos, pérdida de tierras fértiles y, en última instancia, una reducción en la disponibilidad de alimentos.

Sin embargo, uno de los aspectos más preocupantes de esta relación entre la agroindustria y el cambio climático es el desperdicio alimentario que se genera. Con las condiciones climáticas cada vez más impredecibles, los agricultores enfrentan el desafío constante de adaptarse a estas circunstancias cambiantes. En muchos casos, esto conduce a la pérdida de cosechas enteras debido a eventos climáticos extremos que arrasan con lo que tanto esfuerzo les costó cultivar.

Este desperdicio alimentario representa un doble impacto, tanto en la agroindustria como en el medio ambiente. Por un lado, supone una pérdida económica significativa para los agricultores y para la cadena de suministro alimentario en su conjunto. Por otro lado, contribuye al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que los alimentos que terminan descomponiéndose en vertederos liberan metano, un gas de efecto invernadero sumamente potente.

Para hacer frente a este desafío, es esencial que la agroindustria abrace la sostenibilidad y adopte prácticas más resistentes al cambio climático. Esto implica la implementación de técnicas agrícolas adaptables, la diversificación de cultivos, el fomento de la agricultura de conservación y la inversión en tecnologías que permitan un uso más eficiente de los recursos hídricos y energéticos.

Además, resulta fundamental reducir el desperdicio alimentario en todas las etapas de la cadena de suministro. Esto incluye medidas como mejorar la logística y el transporte, promover la venta de alimentos «imperfectos» pero perfectamente comestibles, y concienciar sobre la importancia de no malgastar alimentos en nuestros hogares.

Es innegable que ambos fenómenos están íntimamente interconectados en el contexto de la agroindustria. Si aspiramos a garantizar la seguridad alimentaria futura y a reducir nuestra huella ambiental, debemos tomar medidas decisivas para mitigar los impactos del cambio climático en la producción agrícola y reducir el desperdicio de alimentos en todas las etapas de la cadena alimentaria. El futuro de la agroindustria depende de nuestra capacidad para abrazar la sostenibilidad y la resiliencia frente a los desafíos climáticos que se avecinan.

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