Usar correctamente compresas frías o calientes puede marcar la diferencia entre mejorar una dolencia o empeorarla. Aquí te explicamos cómo y cuándo aplicar cada una.

El dolor muscular, la congestión, los golpes y hasta algunas molestias crónicas pueden tratarse con remedios caseros simples y efectivos. Una de las formas más comunes es a través del uso de frío o calor local, dependiendo del tipo de dolencia. Por ejemplo, aplicar un guatero en ciertas situaciones puede ayudar a aliviar el dolor o relajar la musculatura, pero no siempre es la opción correcta. Saber en qué momento optar por una terapia u otra es clave para no agravar el problema.

Cuando se trata de congestión, como en casos de resfriado o sinusitis, el calor puede ser útil para aflojar la mucosidad y aliviar la presión. Sin embargo, muchas personas optan por un descongestionante nasal para respirar mejor, especialmente si la molestia se localiza en la zona de la nariz o la frente. En este tipo de casos, se puede complementar el tratamiento con vapor caliente o paños tibios aplicados sobre el rostro para ayudar a liberar las vías respiratorias.

El calor es particularmente recomendable para contracturas musculares, dolores menstruales y molestias crónicas, como la artrosis. Al aplicar una fuente de calor -como un guatero, una manta térmica o una bolsa de semillas calentadas-, se estimula la circulación sanguínea en la zona afectada, lo que ayuda a relajar los músculos y aliviar el dolor. Es importante asegurarse de que la temperatura no sea excesiva para evitar quemaduras, y limitar el uso a sesiones de 15 a 20 minutos.

Por otro lado, el frío es más adecuado en lesiones agudas, como esguinces, torceduras o golpes recientes. Aplicar hielo en las primeras 24 a 48 horas tras una lesión ayuda a reducir la inflamación y el dolor. Lo ideal es envolver el hielo en un paño para no aplicarlo directamente sobre la piel y usarlo por intervalos de 10 a 15 minutos. El frío contrae los vasos sanguíneos, lo que disminuye la hinchazón y evita que la lesión empeore.

En el caso de dolores de cabeza, el frío puede ser útil cuando el dolor se siente como una presión intensa o palpitante. Colocar una compresa fría en la frente o en la nuca puede proporcionar alivio. En cambio, si el dolor se asocia a tensión muscular, como suele ocurrir tras muchas horas frente al computador, el calor puede ser más efectivo.

El uso de un descongestionante nasal es especialmente recomendable cuando hay inflamación de las vías respiratorias, como en cuadros de alergia o resfriados. No obstante, su uso debe ser moderado, ya que un uso prolongado puede generar efecto rebote y empeorar la congestión. En esos casos, combinarlo con métodos naturales como la inhalación de vapor puede ser una buena alternativa.

El guatero y el frío son herramientas caseras que, bien utilizadas, pueden aliviar muchos tipos de molestias. La clave está en identificar la causa del malestar y aplicar la temperatura adecuada según cada situación. Si se trata de una inflamación reciente, el frío será la mejor elección. Para dolores musculares crónicos o calambres, el calor puede ser tu mejor aliado.

Recuerda que, si los síntomas persisten o empeoran, siempre es recomendable consultar a un especialista. Usar remedios caseros como el calor, el frío o un descongestionante nasal puede ser una gran ayuda, pero no reemplaza una evaluación médica adecuada cuando hay dudas sobre el origen del malestar.

 

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