Por Sebastián Espinosa
CEO de Skillnest
Cuando pensamos en inteligencia artificial (IA), usualmente nos vienen a la mente imágenes de herramientas sofisticadas, automatización y eficiencia. Y sí, la IA es todo eso. Pero también tiene una dimensión menos explorada: su capacidad para potenciar las mejores cualidades humanas en el ámbito educativo y laboral, impulsando nuestras capacidades.
Desde el año pasado, en nuestras intervenciones en liceos de Chile, hemos sido testigos de esto. La IA no solo puede ser una herramienta para la productividad, sino también una poderosa chispa para la curiosidad, un camino hacia el aprendizaje personalizado y, lo más importante, una forma de devolverle a la educación un componente esencial que a menudo se pierde: el asombro.
Este año, junto a la Fundación Matte Capdevila, en Skillnest nos embarcamos en una iniciativa para llevar la programación y la inteligencia artificial a los liceos técnico-profesionales. Nuestro objetivo era claro: equipar a estudiantes de contextos vulnerables con conocimientos prácticos de programación para mejorar su empleabilidad. Lo que no previmos, al menos no a tal escala, fue el impacto de introducir un asistente de IA personalizado en el aula, diseñado específicamente para acompañar de manera personalizada a cada estudiante.
Este asistente no sustituye al profesor; lo potencia. Ha sido entrenado para complementar el programa de estudios y ofrecer respuestas contextualizadas al nivel de cada estudiante. No da respuestas genéricas, sino que brinda ejemplos prácticos, explica paso a paso, propone ejercicios y sugiere rutas de aprendizaje alternativas. Es como tener un tutor disponible 24/7, con paciencia infinita y capaz de adaptarse a cada ritmo de aprendizaje.
Los resultados preliminares son sumamente prometedores. Hemos observado mejoras en la comprensión, pero también algo mucho más profundo: los estudiantes han comenzado a hacer más preguntas, a explorar, a equivocarse sin miedo y a buscar soluciones por sí mismos. La IA, cuando se usa correctamente, no estandariza; al contrario, personaliza, acompaña y motiva.
La inteligencia artificial no busca reemplazar a los docentes, sino liberarlos de tareas repetitivas para que puedan enfocarse en lo que realmente importa: guiar, observar, escuchar y ser mentores. Por eso, en Skillnest, uno de nuestros pilares ha sido la formación de profesores para que incorporen estas herramientas en su día a día, sin temor, sin jerga técnica y sin necesidad de ser «expertos».
Chile tiene una oportunidad inmensa. Mientras en otros países el debate sobre la IA en la educación se centra en los riesgos —que sí existen y debemos abordar—, nosotros hemos decidido enfocarnos en las posibilidades pedagógicas. ¿Qué ocurre cuando un alumno que antes se sentía invisible ahora puede resolver una duda sin vergüenza? ¿Qué pasa cuando un joven que nunca levantaba la mano en clase empieza a experimentar con código y a crear sus propios proyectos?
La clave no reside solo en la tecnología, sino en cómo la usamos. En las preguntas que nos hacemos. En cómo diseñamos experiencias que pongan al estudiante en el centro. La IA no es una solución mágica, pero sí puede ser una llave poderosa para abrir puertas que hoy están cerradas para miles de niños y jóvenes en nuestro país.
En un mundo donde las habilidades digitales son cada vez más cruciales, es fundamental que esas puertas estén abiertas para todos, no solo para quienes pueden pagarlas.
Seguiremos explorando, probando y mejorando. Pero si algo nos ha enseñado esta experiencia, es que la inteligencia artificial puede ser una gran aliada para algo tan inherentemente humano como aprender.