Instaurar una política respecto al fraude en el gobierno corporativo, realizar evaluaciones exhaustivas y preventivas del riesgo de fraude, pensar en aquellas áreas que son más críticas, sobre todo por las situaciones que pueden posibilitar un fraude y facilitar los procesos de denuncia, son algunos elementos claves.

El pasado 05 de diciembre la unidad de Educación Ejecutiva (UEjecutivos) de la FEN U. de Chile realizó el encuentro Implementación de un programa de gestión de fraudes, en el que participó como expositor Esteban Olivares, director académico del diplomado en Prevención, Detección e Investigación de Fraude.

En los últimos años, hemos sido testigos de un incremento tanto en la frecuencia como en la magnitud de los fraudes cometidos en empresas públicas y privadas. Esta realidad genera la reflexión sobre qué acciones clave deben implementarse para que las organizaciones gestionen de manera adecuada este tipo de riesgos.

“Los fraudes existen en todas las organizaciones. No podemos evitarlos todos. Probablemente siempre van a haber pequeñas defraudaciones, cosas que en realidad las organizaciones no se dan cuenta y que tampoco afectan de manera significativa”, sostuvo Olivares.

Es lo que se conoce como el triángulo del fraude, que implica una necesidad o justificación, una oportunidad y la racionalización o convencimiento de que no se está haciendo algo malo. Cuando esas tres cosas se juntan, en general, se producen fraudes.

“Lo peor es que aparezcan grandes fraudes en lugares donde no hemos identificado riesgos adecuados y sabiendo de la naturaleza que además tienen, respecto de la dificultad de su identificación”, indicó.

Añadió que “no se hace una auditoría de fraudes para ir a descubrir fraudes. Se investiga porque hay sospecha, porque hubo una denuncia o, de manera forense, se investiga algún evento fraudulento. Pero no hay revisiones preventivas. Y hay áreas que deberían tener siempre revisiones preventivas, porque las condiciones cambian”.

Lo relevante de esto es que algunas situaciones sí suelen impactar bastante fuerte en las empresas, lo que no siempre tiene que ver con pérdida en términos monetarios. A veces el efecto se asocia con el ámbito reputacional. 

Programa de gestión de riesgos

Ante ello, Olivares remarcó que es necesario contar con un esquema para trabajar estos fraudes. “ACFE, la Asociación de Investigadores de Fraude, y COSO (Organizaciones Patrocinadoras de la Comisión Treadway) se aliaron para actualizar este programa que existía (la guía de gestión de riesgos de fraude), en términos de la estructura que habría que considerar para tomar y cubrir adecuadamente este riesgo”.

Por ello, para las organizaciones resulta necesario establecer un programa de gestión de riesgos de fraude, que es un conjunto de políticas, procedimientos, controles y estrategias diseñado para prevenir, detectar, evaluar y responder a los riesgos de fraude, con el fin de proteger los activos, la reputación de la empresa y la sostenibilidad.

¿Cuáles son los elementos fundamentales de este programa de gestión de riesgos de fraude? En primer lugar, se debe instaurar una política respecto a esta materia en el entorno del gobierno corporativo. Para ello, es necesario un lineamiento general a nivel de directorio hacia los otros niveles, respecto de qué se hará con el riesgo de fraude. 

“Hay una política de fraudes, en términos de cómo vamos a reaccionar, cómo vamos a tratar el fraude en la organización. No me refiero a solamente señalar los castigos que se aplicarán, sino que reconocemos que existe la posibilidad de fraude, que hay áreas en las cuales hay más posibilidades que ocurran dados los activos que se manejan, entre otros”, dijo. 

Posteriormente, también se deben realizar evaluaciones exhaustivas y preventivas del riesgo de fraude. “ACFE dice usted tiene que pensar como defraudador. Pues si usted va pensando como buena persona, en realidad no va a identificar muchas cosas. Trate de pensar como defraudador, viendo cómo usted podría hacer tales o cuales cosas”. 

En esa línea, es clave pensar en aquellas áreas que son más críticas, sobre todo partiendo por las situaciones que pueden facilitar un fraude y que pueden permitir que ocurra en sistemas o procesos complejos. “Se requiere tener un grupo de actividades que sean preventivas y de detección para controlar la comisión de potenciales fraudes. La vigilancia previa y que haya una claridad de que estoy desarrollando actividades que están enfocadas a esto. Evidentemente, un área de auditoría o un área de riesgos, podría efectivamente poner un énfasis en esas materias”, destacó.

Otro elemento tiene que ver con facilitar los procesos de denuncia, “que haya una mirada preestablecida respecto de la investigación de fraudes cuando se materializan”, dijo. Y, además, es preciso tener un grado de supervisión, en las actividades de control y prevención. 

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