• En el proceso biotecnológico, denominado Spiromet, microorganismos adaptados se alimentan del metal y producen un líquido que puede ser transformado en nuevos productos. Todo, con menores costos e impacto ambiental que los actuales procesos de fundición.
 
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Es una realidad: los desechos de metales son un problema para nuestro planeta. Incluso, solo en basura electrónica anualmente se generaron 48,5 millones de toneladas, lo cual es equivalente 4.500 torres Eiffel. Si hablamos de latas, se consumen aproximadamente 80 mil millones a nivel mundo y cada una de ellas tarde alrededor de 500 años en descomponerse. Las cifras no son alentadoras, si consideramos además que solo 30% del mental está siendo reciclado.

Frente a este escenario la pregunta es ¿qué pasa con la chatarra metálica generada por los cementerios de vehículos, industrias mineras, maquinarias industriales, estructuras de construcción, embarcaciones, contenedores e industrias ferroviarias entre otros que se encuentran contaminados? Este cuestionamiento fue el que motivó a Nadac Reales, fundadora de Rudanac Biotec, a innovar creando un sistema donde las bacterias biodesintegran, o literalmente “se comen”, los residuos metálicos.

En concreto, Spiromet es un proceso biotecnológico que se compone por diferentes bacterias que se alimentan del metal y generan como resultado un líquido que puede ser transformado en cualquier material de metal. Esto, por supuesto, tras adaptar dichos microorganismos a condiciones extremas de nutrientes y otras variables.

Lo más interesante del hallazgo de esta joven científica, que se inspiró en la problemática detectada en sus años trabajando empresas mineras del norte del país, es que hoy en día no existen tecnologías que eliminen totalmente los residuos generados por la chatarra metálica “no reciclable” sin provocar efectos contaminantes. En Rudanac Biotec “desarrollamos un producto y un mecanismo único a nivel mundial, patentado, que permite la biodesintegración de la chatarra metálica no reciclada, cuyo producto generado permite mejorar la recuperación de cobre de forma sustentable y amigable con el medio ambiente”, puntualizó Reales.

El primer objetivo de la tecnología es ser aplicada en la industria minera pues es la que representa el 70% del PIB a nivel nacional y está obligada por ley a eliminar sus residuos. En este sentido, los cálculos apuntan a que la biodesintegración no sólo abre paso a su gestión total, sino que además disminuye los gastos en alrededor de un 60% aplicando el concepto de economía circular. “Muchos no consideran a la chatarra metálica como un contaminante debido a que pasa por un proceso de reciclaje como es la fundición, no obstante este no sólo afecta el medioambiente, por la emisión de gases de efecto invernadero, sino que además no es apto para todos los desechos de esta categoría”, detalla la fundadora de Rudanac Biotec. Es el caso de los vehículos en desuso, por ejemplo pues las estructuras metálicas que están con pintura no pueden ser fundidas. Lo mismo ocurre con los equipos mineros, que se encuentran contaminados con acidos, grasas u aceites.

Las perspectivas de desarrollo son amplias, pues el concentrado de metal que resulta de la biodesintegración puede ser transformado en prácticamente cualquier producto de dicho material sin emitir gases contaminantes, evitando a su vez la acumulación de toneladas de estos desechos en vertederos e incluso enterrados en la tierra, cuyos efectos adversos impactan directamente la flora y fauna circundante.

 

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Equipo Prensa
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