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Quizás comenzó con el despegar tecnológico que en plena época de los ochenta se fue haciendo parte de las compañías. Tal vez, por la búsqueda incesante de los medios por exponer el cómo las grandes empresas buscaban adaptarse a las diversas fluctuaciones del mercado. Podríamos responsabilizar a la digitalización obligada que vivimos desde la llegada de la internet, al vértigo que trajo aparejada una pandemia a nivel mundial o incluso, una guerra.  Sea como fuere, es una realidad el hecho de que las empresas llevan, al menos, una década en medio de entornos volátiles, inciertos, complejos y ambiguos.  Sin embargo, al nivel que vivimos hoy, no se recuerda algo parecido.

La seguidilla de acontecimientos nacionales e internacionales junto a un dificultoso accionar corporativo ante escenarios tan líquidos como una pandemia, hacen visible que tratar de desafiar al mercado, y status quo (anteponiéndose a las posibles fluctuaciones futuras), resulte todo un desafío y, cada vez más, una profunda interrogante.

Y es que pareciera que, a contar de la llegada del coronavirus se produjo un reset que transformó el escenario que conocíamos, obligándonos a encontrar nuevas fórmulas que nos permitieran  convivir en este nuevo mundo.

Como cualquier crisis dura, los primeros efectos que pudimos apreciar y que han perdurado hasta la fecha, son los “sesgos de hechos recientes”, en donde las necesidades actuales parecieran ser como el único modelo perdurable. Así, las restricciones de aislamiento por seguridad sanitaria hacen ver a modelos como el trabajo remoto total, la única forma posible de visualizar el futuro laboral, aunque no necesariamente lo sea.

El manto generado por este sesgo, no deja ver elementos fundamentales en la convivencia de grupos o equipos de trabajo como la creación de cultura, la interrelación multidisciplinario o la sola necesidad de socializar en el trabajo. Esta situación nos depara desafíos futuros que ni siquiera se pueden ver en su total magnitud, lo que será el resultado de una situación mixta entre las variables generadas por la pandemia y las que  siempre han sido relevantes y que actualmente se encuentran “dormidas” al alero de una pandemia en curso.

Por ello, hoy es fundamental pensar e implementar soluciones que ayuden a hacer frente a la incertidumbre y controlar el desarrollo de procesos; a través de una constante innovación y generación de soluciones que agreguen valor al negocio. Por lo mismo, poder contar con estrategias que visibilicen las operaciones de manera oportuna, contribuyendo a mejorar la productividad y, especialmente, a entregar predictibilidad, resulta crucial.

 

Las empresas necesitan, hoy más que nunca, desarrollar sus operaciones en base al entendimiento de que se enfrentan a entornos en constante evolución. Por lo mismo, aquellas que se adapten más rápido a este nuevo mercado, competencia y desafíos tecnológicos, serán las que lograrán su cometido. Ya que son éstas las que cuentan con la capacidad para asimilar que una ventaja competitiva es poder contar con una mayor certidumbre gracias a la tecnología. Porque llegar tarde, o no entenderlo, implica quedar fuera del mercado y, en un horizonte no muy lejano, desaparecer.

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Equipo Prensa
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