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Actualmente estamos viviendo las consecuencias de tres revoluciones industriales que, en su esencia, accionar y quehacer, no consideraron el medioambiente y los ecosistemas naturales como parte “viva e interactuante” de nuestro territorio y planeta.

La primera revolución industrial potenció la sustitución de las herramientas artesanales por máquinas productivas, la energía animal y humana por energía hidráulica y la máquina de vapor dando inicio a la era de la mecanización; luego se dio paso a la segunda revolución industrial que, desde mi punto de vista, fue la que trajo un mayor crecimiento y desarrollo económico, provocando internacionalización y un nuevo orden mundial, pero también graves daños  para el medioambiente como consecuencia de la explotación y uso de recursos en forma inconsciente y desmedida.

Las nuevas fuentes de energía como el gas o la electricidad, los nuevos materiales como el acero y el petróleo, y los nuevos sistemas de transporte (automóviles, aviones, entre otros) afianzaron un modelo lineal y capitalista de producción en masa que, quizás sin saberlo en el momento, elevarían de manera exponencial los índices de contaminación de nuestro planeta.

Continuando por la senda de un desarrollo tecnológico y económico, sin la necesaria detención a reflexionar sobre la vida y la sostenibilidad, emerge la tercera revolución industrial que nos presenta la globalización, en la cual las economías y mercados adquieren una dimensión mundial gracias a la automatización y las tecnologías de la información y comunicación.

Es aquí donde nace el concepto “Sociedad de la información” propuesto por el sociólogo y economista norteamericano Jeremy Rifkin e impulsado por el japonés Yoneji Masuda, para facilitar el manejo de la información, resaltando la creatividad intelectual humana, en lugar de un aumento del consumo material; destacando como factores claves el conocimiento y la innovación, junto a la adopción y difusión de las tecnologías que facilitan el tratamiento y transmisión de la información y el conocimiento. En esta etapa se comienza el tránsito hacia un desarrollo sostenible y circular que releva la importancia de la interacción e integración de los distintos ecosistemas y el cuidado del medio ambiente.

Actualmente nos encontramos viviendo una cuarta revolución industrial, o industria 4.0, que nos muestra la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas, pero además combina técnicas de producción con sistemas inteligentes que se integran con las organizaciones y las personas para una mirada desde la secuenciación genética hasta la nanotecnología, y de las energías renovables a la computación cuántica, pasando por la inteligencia Artificial y la necesidad de bienestar.

Considerando lo que hemos transitado como habitantes de este planeta en términos industriales y sociales, es necesario utilizar las vivencias y las experiencias para avanzar en la comprensión, integración y desarrollo de todo proyecto, empresa o personalmente. Transferir conocimiento, con emoción y empatía, donde se haga partícipe activo a cada persona o individuo en cuerpo, mente y energía, sintiendo la conexión con su propio ser (gestión de sí mismo), su entorno, la naturaleza y sus ecosistemas, gestionando el conocimiento adquirido en cada una de las revoluciones que han marcado la vida del planeta para construir un futuro más auspicioso.

Como obligación, debemos construir sistemas y cadenas de valor consistentes, sostenibles y colaborativos de una manera consciente, tecnológica y circular.

 

 

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Equipo Prensa
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