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Por Santiago Peralta, fundador de Paccari

 

“Sé que proporcionamos a los blancos los granos de cacao, pero no sé cómo se los comen”. Fueron las palabras que pronunció uno de los cultivadores de este recurso vital para la producción de chocolate en uno de los documentales de la serie “Podredumbre, Chocolate amargo”, que Netflix emitió en 2019.

 

Una frase que, sin duda, devela un triste trasfondo, ya que en los países de África occidental -que proporcionan el 70% del cacao mundial y que constituye la principal fuente de ingresos para las familias-, la mayoría de estos agricultores vive en la más absoluta pobreza. En Ghana, por ejemplo, el 90% de ellos no tiene un salario que les permita siquiera cubrir sus necesidades básicas, según una investigación de Oxfam Intermón. Otros datos impactantes revelan que el 40% del cacao es producido por esclavos y alrededor de 15 mil niños están trabajando actualmente en las fincas de África, lo que evidencia que, aun tratándose de una industria creciente y en pleno auge, los productores en los campos siguen siendo los grandes perjudicados.

 

En América Latina estamos demostrando que es posible hacer las cosas diferentes y avanzar hacia un comercio más justo y directo; una ecuación que busca lograr el equilibrio entre la rentabilidad financiera y causar impactos positivos en la sociedad y en el medio ambiente. Es así como desde Ecuador estamos exportando un chocolate que se caracteriza por su modelo de negocio denominado “del árbol a la barra”, y que está centrado en la relación directa con alrededor de 4 mil agricultores de pequeña escala, quienes son los encargados de cuidar la biodiversidad y la calidad del cacao, recibiendo por ese compromiso un precio superior, que incluso puede llegar a triplicar sus ingresos.

 

Además del precio justo y directo se han impulsado otras acciones que permiten cerrar brechas sociales como, por ejemplo, reducir a la mitad de su peso los sacos de cacao, lo que beneficia directamente a las mujeres agricultoras, con el objetivo de que puedan formar parte de la cadena de comercialización directa y generen ingresos por la recolección y venta de la fruta. Chile, por cierto, se ha convertido en protagonista de un aumento de los consumidores conscientes que se preocupan por este tema y la trazabilidad del producto, lo que los hace valorar la “producción con propósito”, entendiendo que una opción ética y socialmente responsable es siempre la mejor.

 

Así las cosas, más allá de las tendencias por elegir productos y marcas responsables, el término de comercio justo y directo resulta indispensable para comprender por qué hoy las dinámicas empresariales deben estar alineadas con las personas y el planeta; basadas en un vínculo activo en la lucha contra el cambio climático, las desigualdades y la injusticia social. Porque cuando existe el comercio justo y directo, las compañías avanzan por el camino correcto, y sin duda una barra de chocolate se disfruta mucho mejor, con un inigualable sabor.

 

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Equipo Prensa
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